MeMe(ntiroso)

Buena parte de la emoción de la vida cotidiana del bibliotecario consiste en la versatilidad; bueno, más bien en la teatralidad: hacerse el despistado buscando un ejemplar desaparecido y pillar libro en mano a aquel usuario que te había jurado y perjurado que no lo tenía. Poner cara adusta cuando te preguntan si pueden llevarse en préstamo un libro y contestar con un seco "no", acompañado de un expreviso mohín indicador del disgusto por la interrupción. Fruncir el cejo cuando te preguntan algo mientras haces el café que media el almuerzo del tentempié, y asqueado señalar el horizonte vacío como respuesta. Mentir es sencillo y confundir al usuario es una actividad que os recomiendo para liberar estrés. Puestos a mentir, lo haré, pero a vosotros os toca dilucidar en qué miento y en qué no. Cinco enunciados son verdad, cinco son mentira: se trata de un meme pasado por Jaume. A quien acierte, se recompensa con un Kinder sorpresa para los intramuros y un frankfurt para los de extramuros.

1. Practico dos horas semanales de pesas a la semana y una de Combat. Practicaría Muay Thai o Kick Boxing, pero una lesión en las rodillas me lo impide. El objetivo de tanto ejercicio es obvio: difundir mi condición de cachas entre los usuarios y evitar discusiones tontas...con levantar un dedo produzco el efecto quieto parao.

2. Una bibliotecaria como yo debe tener unos gustos exquisitos, a la altura de su educación victoriana. El té es un ritual, un evento social, absolutamente imprescindible en mi vida. En casa tengo unas veinte variadades, principalmente de té verde, que reconozco sólo con olerlas.

3. El tópico de bibliotecaria sexy no lo es en absoluto: falda y tacón de aguja para trabajar y mostrar mi estilizada figura. Reivindico mi femininidad, y me relaja el sonido de los tacones al caminar. Me parece increíble que haya mujeres a las que habría que recordarles que tienen piernas.

4. Mi piel se mantiene tersa gracias al polvo desprendido de los libros, por lo que no es necesario que use cremas, que además aborrezco. Tampoco utilizo mascarillas para el pelo, ya que al peinarlo siempre en su pulcro moño, cuanta menos suavidad mejor, y me queda divino de la muerte.

5. Soy la bibliotecaria más metódica y ordenada...en casa. En el trabajo soy un desastre: no os pongo una foto de mi mesa por pura vergüenza. En mi biblioteca, puedo pasar veinte veces por delante de una estantería con libros mal colocados y no me inmuto. Pero en casa veo uno fuera de lugar y ya me tiro del moño.

6. Hago tan rematadamente bien mi trabajo, soy tan eficiente, disciplinada y con tan buena presencia, que me valoran como elemento indispensable en mi empresa, hasta el punto de sustituir a la Gerente y a la Secretaria Ejecutiva de Dirección (y mano derecha del Director) cuando se ausentan. Ah, y aparte del Socio Fundador y uno de los socios principales, soy la única con despacho propio de entre 60 personas.

7. Como bibliotecaria cosmopolita, cultivada y refinada, adoro la música clásica, y especialmente la dodecafónica. Amenizo las tardes de la biblioteca con la música de la segunda Escuela de Viena: Arnold Schönberg y sus discípulos Alban Berg y Anton Webern. Me pirra sobre todo el último, que es el más radikal.


8. Disfruto de la vida en ciudad, su ritmo vertiginoso y la vida cultural y literaria que ofrece: visitar otras bibliotecas, estar al día de los últimos libros publicados...Extrovertida y social, me siento como en casa en lugares muy concurridos. Además, soy la persona más feliz del mundo cuando me convierto en el centro de atención de toda la concurrencia: el principal motivo que me llevó a estudiar filología árabe fue que al ser tan exótico y raro la gente se interesaría y yo podría centrar la conversación. Lo consigo: manipular a la gente es tan fácil...

9. Leo tanto, y soy tan apasionada en ello, que me puedo pasar un día sin comer si el libro consigue atraer toda mi atención: la comida es secundaria, y cocinar aún más. Cocino de supervivencia y aún gracias, aunque los huevos fritos no se me dan del todo mal.

10. Antes de convertirme en bibliotecaria, era un desastre para todo: cacharro que tocaba, cacharro que se estropeaba. Por supuesto, eso cambió el día en que me diplomé en Biblioteconomía, y mi apodo Krissis dejó de ser utilizado en los círculos íntimos. Por fin dejé atrás la frustración que me causaba ser tan torpe y llegué a la Perfección (en mayúsculas).

And the meme goes to...¡¡¡Juanmiiitaaaa!!!

 

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