El meme y la mema

Heme aquí, un viernes por la tarde, dejando de lado mis múltiples y estresantes obligaciones laborales (rascarme la barriga, mirar recetas de pastelitos ricos en internet, arquear las cejas a quien ose entrar un viernes tarde en mi cubículo, y un largo etcétera; como veis una vive en sempiterno agobio) para satisfacer la naturaleza curiosa de un pitufo gruñón de metro noventa. Y como no me gustaría arriesgar mi salud física, ni ofender en lo más mínimo a tan ilustre pitufín, procedo a cumplir mi obligación.

Es fácil: copiar el párrafo segundo de la página 139 del libro que estés leyendo en ese momento. Se presupone, pues, que te gusta leer y que tienes tiempo para ello.

No es que fuesen muy frecuentes los procesos civiles contra autoridades y funcionarios, y mucho menos sentencias condenatorias. Pero el temor a verse envueltos en un proceso civil con la posibilidad de una sentencia condenatoria se reflejaba en la reación inmediata ante la advertencia de la infracción legal que se estaba cometeindo y consiguiente responsabilidad, que constituía un presupuesto procesal según el artículo 1 de la Ley de 5 de abril de 1904, y que, aunque suprimido por la Ley de régimen jurídico de la Administración del Estado de 1957 (art. 43), se siguió utilizando como remedio eficaz. Bueno, eficaz hasta que se puso de moda que los partidos políticos asumieran el coste de los procesos en que se veían envueltos sus políticos como consecuencia de los actos de corrupción y hasta que se les acompañara en manifestación o, quizás mejor, en procesión -como si fueran santos- al ingresar en la cárcel, cuando no se había podido evitar una sentencia penal condenatoria.

Este fragmento pertenece a:

GONZÁLEZ PÉREZ, Jesús. Corrupción, ética y moral en las administraciones públicas. Cizur Menor: Aranzadi, 2006. ISBN 84-470-2635-3.

Contiene auténticas perlas de sabiduría...

Lo siguiente es pasar la patata caliente. Esta va a Juanmita, Jaume Julià, Acolostico y Anna. Esta última no tiene blog, pero estoy segura de que será la amabilidad personificada y lo posteará como comentario aquí mismo o donde más le apetezca. No me odiéis, que en realidad yo os quiero mucho...

 

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