El perfecto biblioestilismo

Inevitablemente, todos los días nos enfrentamos a la tiranía del espejo. Hay personas que se dedican horas y otras escasos minutos, pero nadie se libra. La importancia de este hecho es primordial en la vida diaria del bibliotecario, ya que una de sus funciones principales es decorar la biblioteca. Reconozcámoslo: la estética de los libros es monótona y aburrida, y sólo en nuestras manos (y en nuestro cuerpo) está la oportunidad de darle un toque personal. De cintura para abajo no importa, ya que el mostrador nos oculta la mayor parte del tiempo. De la cintura a la cara tampoco es prioritario: con un buen escote las miradas se centran ahí. Lo principal, pues, es el peinado. Con él podemos dar luminosidad a la biblioteca o hacer que nos identifiquen rápidamente si por un descuido tenemos que ir a ordenar algún libro. Existen varias propuestas. Veamos.

Modelo rastafari: es cómodo, no necesita casi mantenimiento, y combinado con las gafas da un aire de perroflauta intelectual envidiable. Eso sí, no admite moños.




Modelo moño clásico con un toque de color: es cómodo, sólo necesita un par de repasitos al día y con él no se pasa inadvertida. Seremos el centro de atención allá donde vayamos. Para atrevidas sólo.




Modelo cara avinagrada: en este caso, lo importante no es el peinado, sino el gesto con el que lo acompañamos. Liso o recogido, nos proporcionará numerosos momentos de ocio en el trabajo, puesto que nadie tendrá las narices de acercarse. Modelo apto para aventajadas y con práctica en el arqueo de cejas.




Modelo dominatrix: al igual que el anterior, lo importante es el conjunto, la sensualidad que desprende. Sueños eróticos de los usuarios de la biblioteca garantizados al 100 %.



 

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