Por alusiones

La necesidad de este artículo surge con motivo de dar respuesta a la polémica abierta por la publicación de mi anterior articulo sobre los referentes bibliotecarios y su posterior desmentido por parte de uno de mis compañeros. Antes de comenzar con la disertación ya les digo que no esgrimiré ninguna queja contra mi compañero, pues considero que está en su perfecto derecho de expresar su opinión como estime más oportuno. Tan sólo pienso hacer un pequeño comentario respecto a lo que entiendo ha sido un malentendido terminológico y una sentida disculpa por lo que considero un uso indebido de los recursos para la captación de atención más propios de la prensa sensacionalista que de éste, su blog.

Bien, comencemos pues.

El centro de la polémica no es otro que la queja de mi compañero al sentirse comparado con un referente que, en tanto que asesino en serie, no era de su gusto. Mi objeción a su crítica es que se trata de un error de lectura o una mala comprensión terminológica y de significado. Respecto al tema del malentendido terminológico he de decir que el arquetipo expuesto, o sea, Hannibal Lecter y sus supuestos atributos bibliotecarios, no es más que eso, un arquetipo o referente. Como la mayoría de los referentes no deja de ser un modelo idealizado que no tiene por qué tener una representación física en la realidad, es decir, no existe una correspondencia entre el referente y los posibles participes del mismo (o bibliotecarios). En cualquier caso no ha sido un modelo inducido a través de un análisis comparativo entre un amplio conjunto de bibliotecarios, sino que es una sencilla proposición ex nihilo, o dicho en términos más sencillos: me lo he sacado de la manga. Por lo tanto no se está comparando a ningún bibliotecario real con dicho modelo, sino, y muy al contrario, se ofrece dicho modelo, o referente, para que los bibliotecarios puedan compararse con él (siempre que así lo quieran, aquí no se obliga a nadie, faltaría más). Un matiz sutil. Sutileza que, sin embargo, no se puede dejar de tener en cuenta, pues tal y como dijo uno de nuestros premios Nobel en literatura: No es lo mismo estar jodido que estar jodiendo.

Pero como todo esto puede sonar un tanto abstracto, pura discusión semántica vacía de contenido, tendré a bien ilustrarles con un ejemplo de similares características. Allá vamos. Como ustedes sabrán, nuestras estimadas compañeras continúan con su eterna búsqueda del bibliotecarius macizorrus. Pues bien, sé de buena fuente que alguna de nuestras compañeras desearían que el aspecto de dicho arquetipo, o referente, fuera algo parecido a este señor:



Coincidirán conmigo que dicho modelo (y nunca mejor dicho, pues el menda es modelo profesional) responde perfectamente a lo que nuestras compañeras esperarían sobre el aspecto físico de un bibliotecarius macizorrus. Pero... ¿nos parecemos los bibliotecarios de carne y hueso al mostrado espécimen? Aquí les podría decir que el que suscribe (o sea, yo) es igual que el de la foto, o más guapo incluso, pero les estaría mintiendo. Aparte de que mi ex-compi Rosa y al menos una de mis actuales compañeras de trabajo que ha descubierto mi identidad secreta podrían desmentirlo rápidamente. En cuanto al resto de mis compañeros de género me temo que la respuesta va a ser también negativa (claro que no he visto una foto de cuerpo entero de mi crítico compañero, gracias al saludable ejercicio de la bicicleta bien podría encajar en el canon expuesto). Así pues, y volviendo al argumento anterior, se está mostrando un referente que tampoco se extrae de un profundo análisis comparativo de los bibliotecarios reales, es decir, este perfil, por muy deseable que fuera tanto para nuestras compañeras (que ya os digo yo que trabajando con semejantes espécimenes al lado la productividad iba a caer en picado) como para nosotros (definitivamente nuestros problemas para ligar desaparecerían sin la necesidad de resultar atractivos a base de ser malos), no se corresponde con la realidad. En conclusión: no son los bibliotecarios de carne y hueso el objeto de la comparación, simplemente se ofrece un modelo y el que quiera (o pueda, tras un sin fin de horas de gimnasio y una cuantas operaciones de cirugía estética) que se compare con dicho modelo.

Ahora déjenme que vuelva al referente bibliotecario objeto de la polémica y los motivos de la queja de mi compañero. En ese caso bien es cierto que se hablaba de un individuo entre cuyas características estaban las de ser un antropófago y un asesino en serie (características que lógicamente disgustaban a mi crítico compañero), pero (y aquí es muy importante el pero) no eran estas las cualidades que lo convertían en un referente bibliotecario, sino que eran sus exquisitos modales, su gran cultura y una mirada turbadora a la altura de un buen arqueo de cejas. Cualidades, por otro lado, debidamente enumeradas y señaladas. El problema, y es aquí donde debo pedir disculpas, es que acabé mi artículo con la típica bromita que podía hacerse con dicho personaje, es decir, la antropofagia referida al caso de los usuarios. Y tal y como les apuntaba al principio, este recurso, propio de la prensa sensacionalista, fue lo que caló en el público (de la misma manera que es probable que los lectores de este artículo se queden con la imagen del modelo anteriormente expuesta).

Reitero de nuevo mis más sinceras disculpas. Echando la vista atrás me doy cuenta que muchas de mis entradas tienen un componente de humor que podríamos definir como sádico; poner a caer de un burro a los usuarios en mi primer día, tratar a los usuarios a base de electro-shocks, prestar libros difíciles por el simple gusto de joder, insinuar que iba a comérmelos, mudanzas que acaban en hara-kiri... Lo siento, pero es que no puedo evitarlo. Por otra parte mi psicoanalista (que por si les interesa soy yo mismo, con el consiguiente ahorro que ello conlleva) me aconsejó que era mejor sublimar mis instintos sádicos a través de la escritura que reprimirlos dentro de mí, latentes y dispuestos a emerger en el mundo real con impredecibles resultados como por ejemplo irme a Mallorca y dedicarme a hacer sobrasadas utilizando para ello la carne de algún animal que camina en posición bípeda. Las cosas están así: O me salen artículos con un cierto humor sádico o sesudos (y un tanto pedantes) ensayos como éste. Claro que bien mirado los ensayos no dejan de ser un cierto sadismo proyectado hacia el sufrido lector.

 

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