Y el bibliotecario dijo basta

Cansado de vejaciones, harto de sorpresas desagradables en su lugar de trabajo, hasta los mismísimos de “usuarios” más propios de un reformatorio que de una biblioteca, y después de una injustificada paliza a la puerta de la biblioteca, el bibliotecario ha dicho basta, y tal y como vino se ha ido. Su caso, uno de los más graves de “bullying” a un bibliotecario de los que tenemos noticia, sólo ha ocupado el espacio de una mísera noticia en un periódico local, ajeno a los grandes medios nacionales, ajeno al mundo del politiqueo y de las tertulias mañaneras. Ajeno al mundo en general.

Pero no ajeno a este blog. Desde aquí no entendemos cómo se pueden destinar efectivos policiales a, por ejemplo, evitar que se cuelen espontáneos en la casa de los granhermanos de Guadalix (cuya existencia en este mundo sólo es justificable a través del genuino y castizo “porque tiene que haber de tó”) y no se dediquen a evitar que cuatro malnacidos descarguen su ira y su frustración por no pasar de neanderthales pegando a un compañero de profesión, cuyo único delito fue intentar que utilizaran los ojos para algo más que enrojecerlos con el humo de las macrodiscotecas de polígono. No seremos nosotros los que alentaremos a nuestros camaradas extremeños a tomarse la justicia por su mano contra esa manada de descarriados, pero sí contra los responsables: ediles de cultura, responsables de seguridad ciudadana, y cualquiera que haya podido tener una responsabilidad en esto. Ya que no creo que nos dejaran perfeccionar nuestras técnicas de tortura y vejación especiales para usuarios muy díscolos (sirva como ejemplo una recreación de la ceremonia de degüello del cordero de la fiesta de final del Ramadán), no estaría mal que respondiera quien tenga que responder por esto.

Como diría el himno catalán (muy acertado al uso), “esmolem ben bé l'eina” (afilemos bien nuestra herramienta).


 

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