La guarrería ilimitada

Quienes trabajan en una biblioteca pública se han enfrentado alguna vez a materiales, librarios o no, con mutilaciones, manchas sospechosas (en ocasiones no son sospechosas, la rodaja de chorizo in situ despeja cualquier duda) u olores desagradables por citar algunos ejemplos.

Sin embargo pocos, espero, se las han tenido que ver con lo que se encontró un pobre bibliotecario de la Biblioteca Pública de Bay Minette (Alabama). Pónganse en situación, estás ordenando, rezongando un poco por el revuelto que te han preparado (bueno, yo al menos lo hago) y de pronto ves que unos cuantos libros están pegados entre sí. Y se disparan tus alarmas, y tu naricita te confirma la peor de las sospechas: orina. Pis. Los han meado, vamos.

En la noticia dice que el pobre hombre fue directo a por sus guantes. Imagino que pasó antes por el lavabo para intentar limpiarse las manos y recomponer el estómago.

Al parecer un iluminado decidió aflojar la vejiga en unas estanterías de la sección de religión. Sin entrar en jardines de ningún tipo supongamos que a uno le da gustrirrinín mear encima de libros de religión o de cocina, o de arquitectura. Vale. Si tiene que haber de todo. Pero vaya usted y cómprese unos libros del tema y dedíquese al vicio en la intimidad de su hogar cuantas veces quiera (igual da un impulso a la industria editorial y todo). No me haga eso en los libros de la biblioteca porque son de todos, porque así lo único que demuestra es que es usted un mastuerzo, un marrano y un ser repugnante, como su actuación estelar y lo único que se merece es que los sufridos usuarios y trabajadores de esa biblioteca le hagan a usted lo mismito que le hizo a los libros.

La noticia ha llegado al ojo que todo lo ve de frikitecaris a través de meneame y aquí está la original con vídeo y todo.

Aighssss...

 

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