Las purrelas

En el transcurso de un día cualquiera trabajando en una biblioteca una se da cuenta de que algunos documentos no están pensados para ese lugar.

Por citar ejemplos, libros “sumergibles” para bebés (tejuelos en infusión), el formato libro con fichas-páginas diseñadas para que se puedan arrancar y volver a pegar (esos señores no saben que para algunos usuarios todos los libros tienen páginas “arrancables” y lo de volverlas a pegar pues… ¿para qué?), la edición coleccionista de un disco con CD, póster, chapita y vinilo etc.

Pero de todos los documentos no pensados para una biblioteca se llevan la palma las publicaciones periódicas; periódicos y revistas que te obligan a la recepción de un montón de:


PURRELAS

Las purrelas son todos aquellos aditamentos que se incluyen para hacer más atractiva la compra de la publicación. Podríamos incluir varios apartados:

-Las pelis que la biblioteca ya tiene. Son frecuentes las colecciones “Cine de siempre” “Clásicos clasiquísimos” “Las cien penículas pa ver antes de morirse uno”; teniendo en cuenta que la biblioteca compra más de un periódico y que las películas ofertadas son títulos clásicos como los nombres de las colecciones indican ahí te ves, con la quinta copia de Casablanca y la estantería del depósito en aumento.

-Las demos de videojuegos. En la biblioteca no tienes videojuegos ¿qué haces con esa purrela? (RESPUESTA: tirarla con mucho cuidado)

-Las colecciones de fichas tipo “Rutas de senderismo para el fin de semana” o “Bricolaje fácil para manazas” que entrañan el riesgo de tener algún usuario capaz de ir todos los días al mostrador a pedirte la entrega de turno para fotocopiarla.

-Las baratijas de las revistas para público juvenil. Quizás el más apasionante de los apartados. Esa agenda para el nuevo curso en la que vienen anotados los cumpleaños de todas las eminencias que en el mundo han sido, desde Janamontana hasta los Jonasbroders. Esa pulserica de plástico malo de la Superpop. Ese conjunto de gomitas para el pelo en colores surtidos. El bolso del verano. La bufanda del invierno…

La lista es interminable.

Por favor, editores del mundo, dejen de mandar tanta cosa, piensen un poco en la pobre persona que registra revistas y periódicos.


 

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