La felicidad está en el forro

El forrado de libros en las bibliotecas tiene sus defensores y sus detractores.
Para algunos es una buena forma de alargar la vida de los volúmenes de la biblioteca y el tiempo que le dedican a este quehacer, lejos del usual ajetreo y estrés que produce el trato con los usuarios, por lo que resulta un agradable relajo en la jornada.
Para otros es perder el tiempo. Prefieren mandar el tocho al encuadernador cuando ya no quede más remedio, aún a riesgo de que se lo devuelvan con el título al revés (cosa que pasa, se lo aseguro). O mejor, hacer un expurgo fulminante del tomo estropeado sustituyéndolo por uno nuevecito. ¿A quién no le gusta estrenar libros?
A la que suscribe no le ha dado todavía por dedicarse al forrado, exceptuando algunos libros que se lleva en préstamo a casa. En este caso suele forrarlos con doble capa de papel de periódico para evitar infligirles manchas de bocata de chorizo o del aceitico de los boquerones.
Aunque, viendo las cotas de felicidad a las que llega la bibliotecaria del vídeo gracias al uso de cierto mecanismo forrador, me estoy planteando ponerles forro hasta a los suplementos de los diarios.

 

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