Adiós, cultura, adiós

Son muchas las penalidades que sufrimos los bibliotecarios. Presupuestos exiguos, aumento de servicios (pero no de personal), ampliación de horarios (pero tampoco, otra vez, de nuevo personal), y así una laaarga lista. También son muchas las veces que nos quejamos, que intentamos hacer escuchar nuestra voz, aunque lo normal es que no pase de un leve maullido a los oídos de quienes deberían escucharnos. Suma y sigue. Pero ¿cuándo se quejan los usuarios? ¿Quién se toma la molestia de rellenar la hoja de reclamaciones (que no la de sugerencias)? ¿Alguno hace algo por mejorar la situación (y no me sirve el calentar la cabeza al sufrido bibliotecario, que bastante tiene con lo suyo)? Evidentemente, casi nunca, por lo que cuando leí una carta al Director en El Periódico de Cataluña pensé que Dewey me había escuchado. Al fin, pensé, alguien con un par. La pega es que no es oro todo lo que reluce, y los cenus seguirán siendo cenus hasta el fin de los días. Os copio el texto de la carta:

Adiós, cultura

Beatriz Reyes Cuenca

L'Hospitalet de Llobregat

Cierran la biblioteca de barrio ubicada dentro del colegio Frederic Mistral, de L'Hospitalet de Llobregat. Ya lo intentaron varias veces y no resultó. Ahora parece que las pequeñas bibliotecas no interesan y solo importan las macrobibliotecas. Con su cierre, después de 33 años, enterramos muchos recuerdos tanto padres como alumnos. Y una extraordinaria bibliotecaria que recomendaba libros y organizaba veladas culturales para los niños y que les inculcaba el gusanillo de la lectura. La echaremos de menos. Tendremos que peregrinar a las macrobibliotecas y ser un número de carnet más y tropezar con serios bibliotecarios con sus normas inútiles. Adiós, cultura, adiós.

Le aplaudo, señora Reyes, el salir en defensa de su biblioteca. Preferiría que los destinatarios de la queja fueran quienes tomaron la decisión de cerrar dicha biblioteca, ya que no entiendo por qué narices echa mierda sobre el colectivo de los bibliotecarios, que no dejamos de ser otras víctimas del recorte cultural que estamos viviendo. Me permito recordarle a la cenu epistolera que el ejemplo más ilustrativo de dicho recorte ha sido, precisamente, la Biblioteca Nacional de España. También le hago notar que, si ha sido capaz de dedicar media hora para enviar por correo electrónico una carta al director para quejarse por una decisión que, como miembros del colectivo bibliotecario, no podemos sino deplorar, también podrá ser capaz de buscar, en muchísimo menos tiempo, otras bibliotecas públicas, privadas y semipúblicas, de las muchísimas que hay en la provincia de Barcelona, por las que la Administración está apostando con fuerza (precisamente para extender la cultura), que no se corresponden con su concepto de macrobibliotecas y que, en ocasiones, están a unas cuantas paradas de metro, e incluso a una breve caminata desde su casa, en el mismo L'Hospitalet. Tal vez le desmontaría el argumento. Asimismo, lamento profundamente que a partir de ahora tenga que aguantar las "inútiles" normas que establecemos en ellas, que ya se sabe que ponemos sólo para putear a los usuarios, nuestro único objetivo en la vida. Supongo que la vida del cenu sería más fácil y llevadera con libros ordenados por colores y confiando en la buena fe de un número limitado de usuarios que se conocen de toda la vida y no van a deteriorar el material ni crear problemas disciplinarios en su centro, pero en serio, lo de estampar numeritos y letrujas en los tejuelos de los libros, poner un límite a la cantidad de ejemplares en préstamo y la duración del mismo, y establecer sanciones a quienes dañen o extravíen el material no se hace sólo para tener entretenidos a unos cuantos bibliotecarios, sino que tiene su razón de ser.
Eso sí, reconozco que todos los bibliotecarios somos unos serios, engreídos y chulitos de pacotilla. Le diría que sólo lo somos de puertas para fuera, pero mejor no lo hago, no vaya a ser que le dé por dirigirnos la palabra y comprobar que también somos humanos.

Vade retro.

 

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