¿Que hacemos con Dragó?

De todos es sabido que lo interesante de los congresos no sucede en las salas magnas ni auditorios, ni en los pasillos del lugar, ni en los autobuses de vuelta al hotel, ni siquiera en el propio hotel (bueno, salvo pequeñas pero gratas excepciones), se produce en los bares.

Es allí donde realmente conoces a los congresistas al tiempo que interactúas con la fauna y flora local. Y si a la exitosa combinación añadimos Asturias y sidra, el éxito está garantizado.

Allí tuvo lugar el V Congreso Nacional de Bibliotecas Públicas, acto bianual (no olviden ustedes la u) que sirve para valorar el estado de nuestra red -red en voz baja, porque no siempre existe la coordinación que debería- de bibliotecas públicas y para intercambiar experiencias. Vamos, te tiras siete u ocho horas al día metido en una sala esperando que te suelten para tomarte algo en el bar más cercano. Igual que la perra que espera que llegues de currar para dar su paseo vespertino, con ansia loca.

Las primeras horas estás atento y con unas ganas locas, ni siquiera coges el traductor porque sabes que puedes con el inglés del ponente de turno (lo que no sabes es que va a poner un vídeo de unos australianos que hablan una jerga todavía por clasificar, Dioooooos), a media mañana necesitas algún excitante -teína o cafeína-, pero después de comer ya eres un alma en pena.

Te has metido entre pecho y espalda un menú de Asturias, que no es lo mismo que el que te comes en el resto del mundo. Imagina que te vas a pasar una semana en la montaña, sin poder comer nada más que lo que recojas del bosque, y sólo te quedan unas horas. Pues eso es lo que van a ponerte cada día en tu plato. Pues después de semejante bacanal, siéntate a oscuras y escucha a bibliotecarios hablando de Internet, bibliotecas y derechos de autor.

Documento lo de bacanal:









Por suerte, siempre hay alguna sidrería que visitar en algún lugar cercano. Y eso hicimos algunos en un bareto mega taberna -aunque he de reconocer que soy más amigo de lo pequeño y familiar- llamado Tierraastur, donde se come bien y barato. Vamos, como en el resto de la ciudad pero a lo grande. Allí un compañero bibliotecario, sacó un tema problemático.

¿Debe una Biblioteca Pública albergar libros como el de Sánchez Dragó? Teniendo en cuenta que en nuestras bibliotecas hay Manga, libros de religiones-sectas, Bukowski, William Burroughs,... ¿dónde está el límite?. Mi respuesta es clara en este sentido, el límite está donde termina la ficción.

Vanagloriarse de abusar de menores de edad me parece inadecuado en un personaje real. Ahora bien, vistamos al macho castizo estilo superhéroe, con ropa ajustada y calzoncillos por fuera y añadámosle un gran miembro viril. El superhéroe español debería tenir sexo, por supuesto, y parecerse a Torrente.

Entonces sí lo podríamos admitir, porque aunque no fomente valores adecuados para una sociedad como la nuestra al menos entretiene, que es una de las funciones de nuestra biblioteca.

En el caso de Dragó habría que valorar si se consideran realmente unas memorias o es una obra de ficción pura y dura (nunca mejor dicho) y decidir por nosotros mismo. Lo que está claro es que no hay norma ni directriz que sustituya el sentido común, cada cual con el suyo...

 

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