El misterio de los libros de misterio

Las bibliotecas y el misterio siempre se han llevado bien. Son incontables las novelas o películas de misterio en las que hay que resolver algún crimen perpetrado en el sacrosanto recinto de una biblioteca. Por no hablar de la cantidad de casos que se resuelven en bibliotecas, a pesar de los ímprobos esfuerzos de la bibliotecaria gafotas de moño prominente por hacer callar al detective y la compañera de turno, o a los jóvenes investigadores aficionados que, en vez de dedicarse a tareas provechosas como irse de botellón o pelar la pava, se empeñan en crear la falsa imagen, perpetuada por la novela juvenil, de que una biblioteca es el lugar ideal para que cinco o siete niñatos charlen y charlen hasta la extenuación, y perpetren el nunca deseable intrusismo profesional en temas que deberían resolver la policía, la Benemérita o cualquier otro tipo de personal cualificado para ello.
Todo eso lo sabemos. A veces, el misterio estriba en encontrar la ubicación exacta de la biblioteca, como quien se pasa tres novelas buscando la Segunda Fundación. No faltan las novelas en las que la clave aparece en la sala de lectura común de alguna biblioteca universitaria o incluso de barrio; como todo el mundo sabe, los libreros que ocultan preciosa información después de haber sido maltratados son una panda de moñas, mientras que las bibliotecarias permiten graciosamente el acceso a sus fondos, con la única condición de que el usuario sepa buscarla y le permita hacerse la manicura en condiciones, que para eso le pagan. En otras ocasiones, el meollo del asunto estriba en localizar la puerta que dé acceso al tesoro o cámara secreta, y cuyos resortes, casualmente, están camuflados entre libros de pega, lo cual da idea de la cantidad de usuarios del centro en cuestión, o bien denota que hay mucho mecenas que no sólo no gasta un duro en adquisiciones, sino que, por lo que le importa, lo mismo podría comprar esos libros en sueco que adornan nuestra cadena favorita de muebles, galletitas y artilugios del hogar.

Sin embargo, lo que apenas suele reflejar la literatura de misterio es a qué puedan deberse las desapariciones de los fondos de la biblioteca en sí. Entendemos que haya choriceo sistemático en la sección de cedés y deuvedés, o en la de prensa y revistas, o que no haya manera -humana o inhumana- de entrar en lista de espera cuando aparece la última novela del último escritor sueco de novela policíaca (¡ya van dos referencias a Suecia en esta entrada!), pero ¿qué pensaría el bibliotecario de turno si llegase a su centro y descubriera que le falta ni más ni menos que una sección completa? ¡Misterio! Como hacen en las novelas en plan "elige tu propia aventura", la respuesta es cosa vuestra. ¿Qué creéis que ha pasado? Vamos, no os hagáis los suecos.

(Que quede claro que sabemos que la imagen que ilustra esta entrada es un chiste gráfico que hemos encontrado en una página dedicada a chistes gráficos, de manera totalmente casual, mientras realizábamos nuestro siempre provechoso trabajo diario, en el marco de una búsqueda bibliográfica que formaba parte de nuestras tareas, y con el consentimiento de nuestros superiores.)


 

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