Pandemias y usuarios

La gente es muy rara en lo relativo a la higiene; no tanto por su ausencia de ella como por el grado de autoengaño que demuestran en ocasiones. Hace apenas un año estábamos todos paranoicos con la Gripe A, hasta el punto de que la gente ni se daba la mano para saludarse y podías ver en el bus a la gente limpiarse las manos continuamente con jabones líquidos especiales. Esa misma gente iba luego a la frutería y compraba la fruta a granel que todo el mundo toqueteaba, o iba a los restaurantes donde todo el mundo hurgaba en lo que comía, o iba a la biblioteca donde tanto usuarios como bibliotecarios trasteaban con los libros que se iban a llevar. Menos mal que nadie pensaba en ello, y la peña seguía con su vida cotidiana, so pena de que todos los comercios (y las bibliotecas) acabasen por colgar el cartel de traspaso. Y heme aquí con una ola de frío, a las puertas de otra pandemia de gripe o lo que se tercie, viendo pasar a los usuarios con sus respectivos libros, sin saber si comprar 500 cajas de toallitas limpiadoras o pasar olímpicamente de todo. Pero hete aquí que de vez en cuando algún usuario se ilumina y descubre la gran verdad: que no tiene ni puñetera idea de lo que hacen los otros usuarios con los libros cuando está en casa.



Por supuesto, esto no es aplicable a los bibliotecarios. Las manchas de chorizo, tomate y otras cosas que no voy a mencionar, así como los efluvios que desprende, nos permiten seguir la trayectoria vital que ha llevado cada libro. Vamos, que Sherlock a nuestro lado es un pelele.

El lado positivo es que el servicio de préstamo baja en invierno. Es decir, que tenemos más tiempo para vermutear y tomar chocolatitos calientes. ¿Les he dicho que me encanta el invierno?...

 

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