Bibliotecas del Mundo: Mongolia

Los bibliotecarios no desconectan del trabajo.
Si eres contable y vas de turismo, pongamos por caso a Kenia, no vas a pasarte todo el viaje buscando la Bolsa de Nairobi para sacarte una foto que enseñar luego a tus compañeros de trabajo. Si eres corrector de estilo es más que probable que trates de hacer fotos de pintadas y carteles mal redactados o llenos de erratas, aunque, desde luego, resulta inconcebible que estés de vacaciones en Estambul y te pases el día reclamando la atención de los viandantes turcos para que te indiquen cuántas ces con cedilla, diéresis y eses con cedilla lleva "ok tesekkur ederim" y, en caso de que esté mal escrito, echar unas risas con tu interlocutor, pedirle que te acepte en su Facebook y etiquetarlo en la foto de marras. Y si eres inspector de la SGAE y viajas a Moscú, difícilmente vas a irrumpir en una misa por el rito bizantino para preguntar al pope ortodoxo de turno si ha pagado derechos de autor. Todo esto atenta contra el decoro más elemental, y cualquier persona con dos dedos de frente lo reprobaría.

Sin embargo, ¿qué es lo primero (o lo segundo, después de tener controlados los bares y restaurantes interesantes) que hace un bibliotecario cuando sale de turismo a lo largo y ancho de este mundo? Eeeexacto: busca la biblioteca nacional más cercana o impresionante, se interna en el área de administración de ésta, y consigue que el bibliotecario de mayor rango se la enseñe, le permita fotografiarla y,  por supuesto, colgar las fotos en su red social favorita, donde llenará de envidia a sus compañeros de trabajo. "¡Tienen espacios abiertos!" "¡Sus cenus son capaces de estarse calladitos todo el día!" Etcétera.

Partimos de la base de que hablamos de bibliotecas convencionales en lugares del circuito turístico más o menos convencional. No obstante, de vez en cuando nos olvidamos de que existe otro tipo de bibliotecas, en lugares que a veces sólo nos suenan por los libros que hemos leído o porque, sencillamente, ni se nos ocurre que sea posible, o fácil, viajar hasta allí. Valga el siguiente ejemplo.

Daniel Becerra compartió hace un par de meses con los suscriptores de IWETEL un impresionante testimonio de sus vacaciones en Mongolia. Transcribo parte de su mensaje:

Durante la época comunista, el gobierno destruyó la mayoría de los templos budistas, y mató a todos los monjes que no quisieron renegar de sus creencias. Todo lo que había en los templos fue destruido, incluidos los libros.
Con gran riesgo de sus vidas, la propia gente del pueblo escondió algunos en sus casas, de forma que pudieron salvarlos.
Después de esta época, los templos fueron reconstruidos, los monjes están volviendo poco a poco, y las familias han devuelto el material que habían guardado.
Me dicen que un equipo de bibliotecarios de la universidad está recorriendo los templos, haciendo inventario y catalogando el rico fondo que se ha recuperado.

Los libros son como lingotes, en hojas sueltas, y encuadernados con una tela de color que los envuelve. En los que veis con una nota, son los que los bibliotecarios han dejado su huella.






Y cuelgo algunas de las fotos de esta curiosa y más que meritoria biblioteca. El resto, en su cuenta de Picasa.
(Muchas gracias a Daniel Becerra.)

 

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