Como un elefante en una cacharrería o...

... como un hipopótamo en una biblioteca. ¿Os lo imagináis?
El caso es que Harriet es una hipopótama infeliz y tristona, y gracias a su nuevo amiguito Ratón descubre la felicidad en cosas tan dispares como el algodón de azúcar, bailar con muñecos de nieve o... leer libros. Porque, en efecto, leer nos hace un poco más felices, aunque seamos los perros verdes de la clase... o los hipopótamos rosa más tristones del mundo.
Ahora bien, me juego lo que sea a que en esta historia con final feliz hay alguien que no termina comiendo perdices ni especialmente feliz: el bibliotecario que haya tenido que ordenar el desbarajuste que ha montado la buena de Harriet. ¿Os habéis fijado? ¡Pero si no ha dejado ni un solo libro en su estante! ¿Se puede ser más cenu?

 

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