Más libros que ningún frikitecario querría clasificar

Después del hit del pasado abril, Frikitecaris se dispone a seguir en la búsqueda de más libros rarunos, o dicho en frikitecari, "Quién cojones lee esto". O si lo prefieren en dialecto cenu, se conoce como "Esto, ¿en qué estantería va?".


Enfrontarse a estos libros no es fácil. En Biblioteconomía se nos enseña que todo es susceptible de catalogarse, incluso los mocos de los cenus podrían llevar CDU y pie de imprenta, aunque no sufran, ahorraré detalles y no sugeriré ninguna clasificación, aunque ustedes son libres de hacer lo que les plazca. En fin, imagínense que llega a su biblioteca uno de estos libros, vía desiderata (¿cómorl?) o adquisición (seguro que alguien les odia para hacerles tal faena) o donación (alguien se ha querido librar del libro, no vaya a ser que lo vieran en el comedor las visitas), y se ven en la obligación de catalogarlo, clasificarlo, tejuelarlo y ponerlo en la estantería. Coger una cerilla y hacer una linda hoguera con él no es una opción, por muy tentadora que sea la idea. Y ahí se quedará el libro, en la estantería, para disfrute de sus usuarios-lectores, que seguro que serán muchos y muy variados. De hecho, me están entrando ganas de crear unas cuantas alertas para que pite todo lo pitable cuando alguien lo pide en préstamo. ¿Será un cenu de los de bocata de chorizo? ¿Será la rubia de tacones imposibles y cerebro chamuscado? ¿Será un tierno abuelito de los que llevan el bastón como adorno, porque lo llevan de la mano como si fuera un tierno bebé? Cuántas dudas.




Mientras disipamos estas y más dudas, Frikitecaris les ofrece una (breve) selección de más libros que no querríamos clasificar.









Por una paradoja que comparte con el sexo, la mierda se rodea de un silencio que se desconoce si no se le compara con la medida de los discursos que suscita. ¿Quién creería, en efecto, que sobre este objeto de oprobio los hombres se hayan mostrado incansablemente locuaces, hasta el extremo de no prescindir ni de sus divinidades primitivas ni de las creencias que los animarían todavía cuando suponían haberse desprendido de la barbarie? ¿Quién creería, por ejemplo, que por una vulgar historia de excremento, la santa Iglesia católica haya rozado el cisma? Pero animado con banalizar: lo obsceno no reside donde se imagina, cuando la mierda es también ese objeto cuyo maestro amoneda el amor de sus sujetos. Algún día habrá que ir respondiendo a la pregunta "¿qué es un trono?".




Con este libro, Hamlet hubiera disipado sus dudas: seguro que lo que olía no era a podrido, sino a mierda, lisa y llanamente. De todas formas, lo intrigante es lo del cisma católico por la mierda, ¡eso hay que leerlo! A ver si se lio parda porque al Papa le tiraran una boñiga (con todo mi respeto al catolicismo).


El siguiente libro no es apto para estómagos delicados ni para amantes de los animales:





O dicho en castellano, 101 usos para un gato muerto. Les juro que, personalmente, solo se me ocurre uno, una entierro digno, así que me intriga conocer los 100 usos restantes. La curiosidad mató al gato, digo, a la Frikitejefa. Si se les ocurre 100 cosas que hacer con mi tierno cuerpecito después de muerta, ya saben, ¡publiquen un libro!


[Vía Jorge Franganillo]

 

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