Aires bibliotecarios

El verano trae consigo problemas que todo frikitecario que se precie debe saber solucionar. Uno de ellos es el del aire acondicionado. ¿Hay que ponerlo al mínimo, para que los cenus se asen y abandonen el recinto lo antes posible, o al máximo, para que los cenus se congelen y agarren tal resfriado que no vuelvan por la biblioteca en todo el verano? Aaaah, es el eterno debate de siempre. Con una biblioteca a cuarenta grados no se trabaja especialmente a gusto, las uñas se ponen blandísimas y hala, tanta manicura para nada, y además no es recomendable trabajar sentado muchos horas en una biblioteca a temperatura de cámara frigorífica.
Una solución intermedia, que es la que les proponemos en Frikitecaris, es que mitad-mitad. Verán. Todo es tan fácil como proveerse de un buen sistema de aire acondicionado, y apuntarlo directamente a los cogotes de los cenus, de modo que se congelen; al mismo tiempo, debe situarse lo suficientemente cerca del mostrador como para recibir un agradable fresquito que haga más que llevadero el trabajo, y aleje el riesgo de contracturarse el cuello o pillar una faringitis. 
Por supuesto, hay que ser malvados y borrar todas las huellas de nuestra pequeña fechoría anticenus. ¿Cómo hacerlo? La solución ideal consiste en tapar los conductos del aire acondicionado, de tal modo que los cenus no los puedan ver y, cuando les imploren (de rodillas y con un hilillo de voz rayano en la afonía) que bajen el aire acondicionado, puedan ustedes hacer gala de su mejor sentido del cinismo y la teatralidad, y esbocen un arqueo de cejas con un componente altamente ofendido:
--¿Qué aire acondicionado? ¿Ve usted algún aparato de aire acondicionado? ¡Lo que hay que oír!
¿Les parece una solución inviable? Estas fotografías les demostrarán que no lo es.

El caso es que los simpáticos gusanitos tienen nombre y todo. Lo mejor es que uno se llama Dewey (queremos creer que es el gafitas), y lo peor, que el otro se llama... Google. 
En fin. Nadie es perfecto.
Que ustedes disfruten del verano. Procuren no congelarse ni tostarse, así como congelar o tostar a sus cenus. ¡Pero si lo hacen por ellos! Con lo bien que estarían en la playita o en la piscina, en vez de verse obligados a estudiar en verano...

 

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