Inteligencia militar y lectura


Ya saben aquello de que 'inteligencia militar' es en sí mismo un término contradictorio, un oxímoron. Sin embargo, los más viejos del lugar podrán contar anécdotas de cuando existía el servicio militar y este servía para que algunos quintos aprendieran a leer. También es cierto que, como reza el chiste, la guerra es el instrumento que Dios ha dado a los estadounidenses para aprender geografía (cometido que en Europa desempeñan el Festival de Eurovisión y la Champions League). Total, que la militarización no tiene por qué oponerse a la civilización y, lejos de nuestro ánimo hacerles un panfleto promilitarista, les enseñaremos algunas bonitas estampas de cuando había guerra justas y parte de su efecto propagandístico residía en fomentar la lectura y el uso de las bibliotecas.

Vean si no la información sobre la Campaña de Lectura para la Victoria (en traducción libérrima) que el ejército estadounidense puso en marcha en 1943 en el estado de Oregón, en el punto culminante de la Segunda Guerra Mundial. A fin de cuentas, este tipo de campañas tenía como objetivo mantener alta la moral de las tropas. No solo se proyectaban películas (propagandísticas, en su inmensa mayoría, pero algunas de ellas de calidad notable) y se entregaban las cartas de las novias, sino que también se hacían campañas para enviar libros y organizar bibliotecas de campaña. Igualito que ahora, vamos; con un poco de suerte, te mandan a Marta Sánchez (atrás quedaron los tiempos de Marilyn Monroe o las conejitas de Playboy) o te regalan un videojuego en plan Call of Duty, más que nada para que practiques en tus ratos libres. En 1943 todavía importaba la lectura. Miren, miren estas hermosas fotos y carteles alusivos...
Porque claro, eran otros tiempos. Lo que no queremos es que los reclutas nos salgan intelectuales y acaben escribiendo libros de poemas o novelas antibélicos...

 

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