El álbum de fotos de las vacaciones

Uno de los momentos más temidos de la vuelta a la rutina en septiembre (y, seguramente, la primera causa de depresión posvacacional en el entorno laboral) es el de comenzar a contar batallitas sobre esas vacaciones tan chupi guays que el compañero expansivo de curro ha tenido en destinos exóticos. Gracias a Flickr, Instagram, Picasa y demás, todos podemos ver un adelanto del funesto álbum de fotos de las vacaciones, con lo que, cuando tu compi expansivo de curro te amarga las seis o siete primeras pausas para tomar el café del mes de septiembre, el impacto para nuestra cordura es menor que si te encuentras, de buenas a primeras, con un fotolibro pésimamente maquetado por uno mismo, y repleto de fotografías que dan pie a anécdotas que, a su vez, originan digresiones, que, a su vez... Ah, un bucle perfecto.

También está la opción de darle aleatoriamente al botón de "Me gusta" en un par de fotos que, seguramente, su compañero expansivo de trabajo habrá colgado en Facebook, con lo que ya se da por hecho, de manera implícita, que estamos al tanto de dónde ha estado de vacaciones, y tal vez lo deje un poquito en paz y se busque otra víctima propiciatoria. ¿Ven como las redes sociales tienen su puntito?

El compañero expansivo de trabajo suele buscarse destinos envidiables, países con resonancias de relato de aventuras, que uno creía que solo existían en las novelas de Emilio Salgari o los realities con animalicos hijoputas en plan Frank de la Jungla. Siempre sale en plan Rambo. Es el más aguerrido, el que se juega la vida y los piños encaramándose a un elefante, asaltando los santuarios reproductivos de especies de galápagos en vías de extinción, o asomándose al cono de un volcán del que sale un humillo desasosegante. Luego es una puta seta en su lugar de trabajo, claro, pero ¡menudas vacaciones se monta, el muy canalla!

Como en algún momento tiene que aflojar el mordisco sobre el cuello de la inocente víctima, el compi expansivo de curro acaba dejándose de circunloquios y plantea la pregunta, producto no tanto del interés como de las ganas de ridiculizarlo a uno: "¿Y qué tal tus vacaciones?".

Porque claro, el compañero expansivo de trabajo lo hace a mala leche, porque da por supuesto que las vacaciones de uno, por lo general, han sido tirando a sórdidas, dado que el presupuesto apenas ha alcanzado para darse un par de baños de pies en la charca del pueblo de la pareja, echarse unas siestas de campeonato mientras los esforzados de la ruta se dejan el bofe en el Tourmalet, y darse a la ingesta indiscriminada de tintos de verano y arroces variados. Y, como es lo que quiere oír, eso es lo que le vamos a contar. Nos callaremos, pues, que nuestras vacaciones han sido las mejores del mundo, en un lugar ideal, lleno de sol, disfrutando de playas paradisiacas y, sobre todo, tumbado a la bartola, la mente en blanco como una de las paredes encaladas de las pintorescas casitas del destino vacacional y, claro está, aprovechando los ratos muertos entre chapuzón y chapuzón, entre margarita y margarita, para ponerse al día de lecturas atrasadas. Porque, al fin y al cabo, a algunos frikitecarios nos resulta imposible desconectar, ni siquiera en vacaciones, y siempre vamos adondequiera que estén los libros.





 

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