
Lo más curioso de la iniciativa es que haya sido la última en implantarse cuando el aeropuerto ya ofrece a los viajeros una gran colección de arte, un casino, un bar de mariscos, una barra de chocolate, un bosque de la diversión para los niños, una rama del Rijksmuseum...
Las interminables e inagotables esperas en el aeropuerto a partir de ahora serán más llevaderas a través de la lectura de un buen libro
Vía | The New York Times.