Pocas veces se ven los carros de las bibliotecas deambular por tierras ajenas, cosa que tampoco es de extrañar ya que pocas utilidades se me ocurren para tal artilugio, que vacío de libros carece de toda esencia. Es como un cucurucho sin helado de fresa o frambuesa o como un videoclip de rap sin mujeres bailando al lado de una piscina.
Pero los viejos estereotipos van desapareciendo, vencidos por un nuevo enemigo disfrazado de 2.0 y a la última moda, del mismo modo que ciencia y fe se han llevado a matar desde la Edad Moderna. Se trata de venderse, de hacer saber a la gente que podemos ofrecerles algo que les puede interesar o simplemente poder decir, Oye que yo existo y todavía no has pasado a verme. Soy como el pobre anciano al que abandonaron en una residencia y no van a verlo ni los domingos diría nuestra quejosa biblioteca.
Las bibliotecarias de Seattle, siempre a la última :D, han optado por salir a la calle, ataviadas con sus uniformes de gala y haciendo ver que tienen buen carácter. Hay que atraer al usuario, sea como sea, y luego dentro... ¿Alguien ha visto Sweeney Todd?...