Decíamos ayer, decimos hoy y diremos por los siglos de los siglos amén que no nos gusta la imagen que la sociedad tiene de los bibliotecarios (y bibliotecarias). Que si rebequitas y moños y gafitas puestas en la punta de la nariz; que si pajaritas pasadas de moda bajo bigotes más pasados de moda todavía; que si bibliotecarias (y bibliotecarios) gruñones que se creen poseedores de todo el conocimiento del universo y se despachan con un si «no está en nuestros archivos es que no existe» en plan Jocasta Nu... No, damas y caballeros, no! Los bibliotecarios (y bibliotecarias) también podemos ser intrépidas arqueológas (aunque antes nos hayamos cargado una biblioteca enterita), aunténticos conanes de la biblioteconomía y la documentación o verdaderas superbibliotecarias.
Lo que pasa es que nuestras dobles identidades solemos tenerlas bien escondiditas, no vaya a ser que se nos vea el plumero y la Dominación Mundial que hemos puesto en marcha se quede en agua de borrajas (y algunas cenitas regadas con vino y cerveza, que nunca viene mal). Pero de vez en cuando, como a todo superhéroe (y superhéroa... no, perdón, superheroína) que se precie, se nos ve la doble identidad y nuestras más ocultas habilidades se ponen al descubierto. Y si no lo creen, vean, vean lo que es capaz de hacer una bibliotecaria motivada en el vídeo que encontrarán pinchando este enlace.
Aunque más que a una superheroína (o superheroíno, perdón, superhéroe) a mi me recuerde al orangután bibliotecario de la Universidad de Ankh-Morpork... por como trepa a los estantes, claro.
[Gracias a Support Distant por el enlace]