Uno, dos, tres. Son los segundos que tarda mi esclavousuario (me casé con él para tener un contrato por escrito y que no tuviera derecho a queja formal alguna) en apagar el contestador. Se oye un susurro en la habitación mientras se dirige al cuarto de baño. Por detrás, un sonido de fondo: las obras en la calle. Barcelona está haciendo lo indecible para que todos los madrileños se sientan como en casa. Que alguien encuentre de una vez el dichoso tesoro, por favor.
El esclavousuario -llamémosle Juanmagneto por ponerle un nombre- prepara diligentemente el desayuno mientras campo a las anchas en el cuarto de baño, sin prisas, sin atosigamientos, con toda la calma. ¿Este color de uñas irá con el vestido frambuesa? ¿Moño o melena? Creo que mejor este colorete más suave para que el rímel sobresalga. Es media hora de decisión tras decisión, estar a la altura de mí misma no es sencillo. (Nota para cenus: intentar imitar a una bibliotecaria puede tener consecuencias peligrosas para su salud y la de aquellos de su entorno. Consulte a su bibliotecario antes de llevar moño a la biblio.)
Me despido de Juanmagneto y salgo hacia el trabajo. Ya veo esas magdalenas que mis usuarios me habrán dejado para que desayune su bibliotecaria favorita, huelo esa tableta de chocolate con almendra que me trajo ayer el becario... Pero todo ello tiene que esperar, lo primero es lo primero: correo y Facebook. No, cenus, aunque pase media hora, no os pienso abrir hasta que el último mail de mi buzón sea respondido y haya actualizado mi estado en el Facebook y comentado en los de los demás. Prioridades, lo llaman, así que dejad de mirarme con cara de mono.
Me voy a tomarme el vermú y unos vinitos, y dejo al becario a cargo del mostrador. Para dos llamadas, tres préstamos y cinco carnés el becario está más que cualificado. Cualquier día ponemos un perrín a ver si los usuarios notan la diferencia, y su sueldo que nos ahorramos del presupuesto, ¡podré comprar más laca de uñas!
Creo que mi turno se ha acabado, hip. Mañana será otro día, hip. De esfuerzo y sacrificio por esta profeshión, de dablo todo por el ushuabio, hiiiiip. Borque shoy bueba, la bejó deb bundo bundial...
******
¿Acaso os pensabais que me pagan por trabajar?
El esclavousuario -llamémosle Juanmagneto por ponerle un nombre- prepara diligentemente el desayuno mientras campo a las anchas en el cuarto de baño, sin prisas, sin atosigamientos, con toda la calma. ¿Este color de uñas irá con el vestido frambuesa? ¿Moño o melena? Creo que mejor este colorete más suave para que el rímel sobresalga. Es media hora de decisión tras decisión, estar a la altura de mí misma no es sencillo. (Nota para cenus: intentar imitar a una bibliotecaria puede tener consecuencias peligrosas para su salud y la de aquellos de su entorno. Consulte a su bibliotecario antes de llevar moño a la biblio.)
Me despido de Juanmagneto y salgo hacia el trabajo. Ya veo esas magdalenas que mis usuarios me habrán dejado para que desayune su bibliotecaria favorita, huelo esa tableta de chocolate con almendra que me trajo ayer el becario... Pero todo ello tiene que esperar, lo primero es lo primero: correo y Facebook. No, cenus, aunque pase media hora, no os pienso abrir hasta que el último mail de mi buzón sea respondido y haya actualizado mi estado en el Facebook y comentado en los de los demás. Prioridades, lo llaman, así que dejad de mirarme con cara de mono.
Me voy a tomarme el vermú y unos vinitos, y dejo al becario a cargo del mostrador. Para dos llamadas, tres préstamos y cinco carnés el becario está más que cualificado. Cualquier día ponemos un perrín a ver si los usuarios notan la diferencia, y su sueldo que nos ahorramos del presupuesto, ¡podré comprar más laca de uñas!
Creo que mi turno se ha acabado, hip. Mañana será otro día, hip. De esfuerzo y sacrificio por esta profeshión, de dablo todo por el ushuabio, hiiiiip. Borque shoy bueba, la bejó deb bundo bundial...
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¿Acaso os pensabais que me pagan por trabajar?