Toda la verdad sobre Iwetel

Dice un familiar mío al cual ahora mismo no pongo nombre ni cara -que es más o menos una fuente de información parecida a la que deben utilizar los periódicos más serios de tirada local y nacional-, que a medida que pasan los años y vives sólo te vas volviendo más huraño.

Somos seres sociales y como tales necesitamos relacionarnos entre nosotros, y a ser posible con gente con la que tengamos cierta afinidad. Y los bibliotecarios/as en esto tampoco somos una excepción.

Muchos de nosotros trabajamos o hemos trabajado en bibliotecas unipersonales, o en cuartuchos oscuros indexando artículos de prensa, o rebuscando en historiales médicos. Con este panorama, y por el bien de nuestra salud mental, se creó Iwetel -aunque alguno luego tuviera sus momentos de arrepentimiento-, a pesar de que pueda parecer lo contrario y en la lista se expongan otros motivos.

El problema es que la lista, que en un principio debía ser para buscar amigos con los que ir a tomar cervezas, gente con la que compartir nuestros momentos de soledad y esas cosas, al final fué derivando en una auténtica lista de frikis, el gobierno de la tecnocracia.

Se empezó a hablar de taxonomías, folksonomías, managements, SEOs, marcadores sociales, AACRs, ISOs,... y la selección natural y Google hicieron el resto. Se prohibieron las bromas entre compañeros (sólo las tirás cómicas en inglés eran bien recibidas), contarse las penas unos a otros y criticar a nuestros superiores. Vamos, que quedó una lista/diccionario donde autopublicitarse.

Ya hace años que me he impuesto una cuota anual de consultas que no puede superar las 3. En mis visitas cuatrimestrales compruebo que las cosas siguen igual, aunque en otro formato. Se siguen mentando términos anglosajones por doquier y ni una concesión al buen humor y a la jarana. Lo que ya no se ven són lamentos sobre lo mal que estamos, desconozco si por pura selección natural o por un sano ejercicio de moderación anti lloriqueo.

De ahí que el número de personas que la utilizan no sea especialmente elevado. Creo que debemos incentivar el uso de la lista con algunas medidas para volver a su esencia, nuestro patio de recreo particular. En mi caso yo propondría:
  1. Un black list (perdón, era para ponerme a la altura), digo una lista negra de palabras que no se pueden introducir en los mensajes, como las que antes he expuesto. En ella no deberían faltar Widget, Gadget, API, Ajax ....
  2. Establecer quedadas en diferentes localidades, así no tendríamos que ir a los congresos y jornadas ávidos de relaciones sociales
  3. Organización temática del foro y que en la clasificación hubiera lugar para los banales (ya verían dónde se genera más actividad). Si no que se indizasen los mensajes según palabras clave en el asunto (Formación, Tecnología,...). Joder, organización que somos bibliotecarios
  4. Limitar el tamaño de los mensajes. Nada de tostones, por favor
  5. Una visita obligada a frikitecaris antes de comentar en Iwetel. Un poco de buen humor señores y señoras, que tampoco estamos haciendo "un ou de dos vermells". (A propuesta de la Cornet)
A veces asustamos a la gente, ¿realmente somos tan serios? Wittgenstein sostuvo que los límites del lenguaje son los límites de nuestro mundo. ¿Cuáles seran los límites del mundo bibliotecario? ¿Hay vida más allà de las normas? ¿Es posible classificar y codificar el conocimiento humano? ¿Tiene ésto algún sentido? ¿Es un mito o la harina de trigo y la leche son malas para nuestro organismo? Caca, culo pedo, pis.....

El exceso de normas también tiene su efecto positivo, es más fácil poder desobedecerlas. Pasear el perro sin correa, pasar en bici o andando (en coche no por Dios) un semáforo en rojo, meter un papel en la basura orgánica,... Ya sabeis, esas pequeñas revoluciones cotidianas :-D

PS: Para realizar este artículo he tenido que indagar y buscar en mi interior, como hubiera hecho el gran Lao Tse. La información se trata aquí con el mismo rigor que en un cómic de Mortadelo y Filemón.

 

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