Sigue el Camino de Tejuelos Amarillos


Tal que así se quedó la malvada Cenutriousuaria Mala de la Sala de Lectura cuando se quedó atrapada dentro del Fichero de Autoridades con el que estaba trabajando Dorita, una simpática auxiliar de bibliotecas subcontratada que, acompañada por su becario Totó, se vio embarcada en una aventura sin igual por el maravilloso mundo de BBDD.
Pero no. Voy demasiado deprisa. Las historias hay que comenzarlas por el principio.
Dorita había entrado a trabajar en el departamento de Adquisiciones de un inmenso centro catalogador, una tarea que le aburría sobremanera. Se pasaba sus duras jornadas de trabajo soñando con una base de datos como Dewey manda, que estuviera conectada a un servidor seguro que le permitiera trabajar y, más aún, cobrar un plus de productividad; pero nunca lo conseguía, ya que las caídas del servidor eran constantes y,  por lo tanto, su productividad se resentía, ya que tenía que catalogar hasta tres veces seguidas el mismo registro, y se veía obligada a viajar varias veces al día al Fichero de Autoridades, para salir de dudas: no se fiaba de la base de datos. 
Sumida en sus sueños de encontrar una base de datos funcional más allá del ciberespacio, Dorita no reparó en aquel fallo del sistema, que ocasionó un tremendo cortocircuito. Como era la hora del café, ella era la subcontratada y todos los funcionarios habían bajado a la cafetería de su centro catalogador, el incidente la pilló por sorpresa, sin ningún informático a mano, y completamente sola, excepto por un simpático becario de Adquisiciones que le tiraba los tejos y se llamaba Totó... ¡en el Fichero de Autoridades! Se hizo la oscuridad, Dorita perdió la conciencia (tal vez por la fuerte descarga) y, cuando despertó, vio una imagen impactante: el Fichero de Autoridades se había empotrado encima de la terrible Cenutriousuaria Mala de la Sala de Lectura, que era prácticamente la dueña de aquel centro catalogador. A su lado, contemplaba la escena, anonadada, una cohorte de pequeños cenutriousuarios alumnos de un colegio, que estaban de excursión en aquel centro catalogador porque hacía demasiado frío como para llevar a cabo la excursión que realmente les apetecía hacer, un día en la sierra; además, aquí daban café gratis.
--¿Sabes? --comentó Dorita en cuanto hubo recuperado la compostura--. Me parece que esto no es Adquisiciones.
En esto se les apareció la Catalogadora Buena de Manuscritos, Incunables y Raros, quien se ofreció a ayudar a Dorita y Totó, no sin antes hacerle a esta un regalo.
--¡O ssssseaaaaa! --había gritado Dorita cuando vio los zapatitos rojos de la Cenutriousuaria Mala de la Sala de Lectura--. ¡Cóoooomo mooooolaaaaan! ¡Yoquieroyoquieroyoquierooooo!
--Dorita --le había dicho la Catalogadora Buena de Manuscritos, Incunables y Raros--, estos zapatos son mágicos, porque te permiten caminar sin que se oigan los incómodos rechinares que hace el calzado en el parqué de este centro catalogador. Por eso los apreciaba tanto la Cenutriousuaria Mala de la Sala de Lectura: nos pillaba desprevenidas a todas, y para cuando queríamos dedicarnos a nuestras cosas, ya la teníamos liada, porque ni siquiera nuestro mejor arqueo de cejas podía librarnos de su avalancha de desideratas y demandas estúpidas. Póntelos, y podrás huir de la terrible Cenutriousuaria Mala de la Sala de Música, que los quiere a toda costa.
--Pero... --le cortó Dorita-- lo que queremos es otra cosa. Teníamos un problema con la base de datos y el servidor, y, la verdad, los cenus me dan un poco lo mismo, porque trabajo en un cubículo cerrado e infecto, y no tengo que enfrentarme con ellos a diario. Digamos que mi problema es más de índole informática, y por culpa de él estoy aquí, fuera del departamento de Adquisiciones, que es donde quiero estar.
--Pues, en ese caso --dijo la Catalogadora Buena de Manuscritos, Incunables y Raros, después de reflexionar--, lo que tenéis que hacer es acudir al Mago de las BBDD, y él solucionará vuestro problema con la conexión y con el servidor. Pero tenéis que andaros con cuidado, porque es un mago terrible y justiciero.
--Y... --preguntó Dorita, aterrorizada--, ¿cómo llegaremos hasta el Mago de las BBDD?
--Muy fácil --replicó la Catalogadora Buena de Manuscritos, Incunables y Raros--: sigue el Camino de Tejuelos Amarillos. Eso sí: debes tener mucho cuidado con la Cenutriousuaria Mala de la Sala de Música, que hará todo lo posible para que tu misión sea un fracaso. Ten mucho cuidado con sus desideratas: suele acribillar con ellas a todos los bibliotecarios, y tú, que eres joven e inexperta, podrías sucumbir a sus malas artes.
--Muchas gracias, Catalogadora Buena de Manuscritos, Incunables y Raros. Totó y yo haremos caso de tus consejos.
Y, dicho esto, siguieron el Camino de Tejuelos Amarillos en busca del Mago de las BBDD.
Por no hacerlo muy largo, digamos que, en efecto, la Cenutriousuaria Mala de la Sala de Música los acribilló a desideratas, lo que los obligó a hacerse varios viajes al Depósito General y, peor aún, tramitar varios préstamos interbibliotecarios. También les lanzó un ataque de Subcontratados Voladores, que trabajaban para otra subcontrata, y que casi arruina su misión, pero Dorita descubrió que los zapatitos rojos, aparte de ser silenciosos, permitían dar unas patadas voladoras impresionantes: ni punto de comparación con las que daba ella antes. Todo esto no hizo sino acrecentar la relación entre Dorita y aquellos zapatitos, a los que cogió mucho cariño, y con los que forjó un vínculo que a ella le habría gustado que fuera eterno. 
El caso es que perdieron mucho tiempo.
Pero también ganaron tres amigos, con los que su aventura fue mucho más llevadera y enriquecedora.
El primero era un Cenutriousuario sin cerebro, a quien conocieron en la cafetería, y que también quería conocer al Mago de las BBDD para que le enseñara a utilizar los booleanos, ya que el pobre Cenutriousuario sin cerebro no tenía luces ni para hacer una búsqueda sencilla en internet, y era de los que escribían en mayúsculas y con preguntas directas, en plan: "KIERO DE SAVER KIÉN ESCRIVIÓ EL KIJOTE D LA MNXA".
Después conocieron a una Apuntófaga sin corazón, que, al igual que la Cenutriousuaria Mala de la Sala de Música, acribillaba a los bibliotecarios a desideratas, y no los dejaba trabajar. Como era una Apuntófaga un  poco repelente, quería rogar al Mago de las BBDD una herramienta de búsqueda efectiva, que le permitiera rellenar sus solicitudes sin enredarse en la burocracia exasperante del centro catalogador.
Por último se les unió un Director de Departamento sin valor para negociar personal adicional y otras mejoras que salvaran a su departamento de los recortes que amenazaban el centro catalogador. Necesitaba que el Mago de las BBDD le ayudase a rellenar una hoja de cálculo eficaz, con la que convencer a Gerencia.
Así pues, y después de recibir en la BlackBerry un extraño mensaje de la Cenutriousuaria Mala de la Sala de Música ("Ríndete @DoritaSubcontratada @TotóBecario #copónyacuántotardanloslibrosquepedí #unfollow"), consiguen que la dirección del centro le retire a esta el pase de investigadora, por cansina; la Cenutriousuaria Mala de la Sala de Música enloquece y se derrite a la vista de nuestros sorprendidos amigos. Un problema menos.
Tras unas cuantas aventuras más, nuestros amigos llegaron al cubículo del Mago de las BBDD, quien los recibió a gritos desde un ordenador encendido, en el que se lo veía a través de una pantallita de videoconferencia. Todos se asustaron menos Totó, el becario, quien se puso a trastear en el código fuente de la videoconferencia y descubrió que la IP desde la que se efectuaba esta le resultaba familiar. ¡Toma, como para no resultárselo! ¡Era el mismo ordenador desde el que trabajaba él, ergo el terrible Mago de las BBDD solo podía ser el Becario de Informática!
Una vez desenmascarado, el Becario de Informática se disculpó y procedió a explicarse. Si no fuera por toda aquella parafernalia, nadie le haría ni puñetero caso, y se arriesgaba, además, a que le rescindiesen el contrato. Sin embargo, embutido en esa figura autoritaria que infundía terror reverencial, tenía asegurada su supervivencia en el complicado engranaje de aquel centro catalogador.
Pero el Becario de Informática era un usuario majomajo, y procedió a solucionar los problemas de los simpáticos amiguitos de Dorita y Totó.
Al Cenutriousuario sin cerebro lo enseñó a utilizar un par de buscadores y, más importante aún, a utilizar los booleanos y escribir en minúsculas, con lo que no tardó en encontrar todo lo que buscaba.
A la Apuntófaga sin corazón le proporcionó la dirección de correo electrónico de Reproducción y Conservación de Fondos, así como el enlace correcto a la base de datos del centro catalogador; de este modo, ella podría efectuar sus búsquedas desde casa, economizar sus idas y venidas al centro catalogador y, más importante aún, descubrir que todas esas búsquedas tienen un valor, monetario, sí, pero también en forma de precioso tiempo, que los bibliotecarios pueden dedicar a satisfacer a otros usuarios. Por la Apuntófaga, bien, porque, al estudiar en casa y acudir al centro catalogador nada más que para recoger las fotocopias que había solicitado y tener acceso a los documentos realmente relevantes, pudo sacarse su tesis con muy buena nota, y en mucho menos tiempo del que creyera posible unos meses antes.
El Director de Departamento,  por otro lado, descubrió un programa de gestión de nóminas, y otro de contabilidad, que le facilitaron enormemente la tarea de optimizar los recursos de que disponía, ya que, desengañémonos, los recortes no dependían de su evidente ineptitud al frente del cargo, sino que se debían a algo mucho más simple: no hay dinero para cultura, pero no lo hay ni para su departamento ni para el de enfrente. Por todo ello, el Mago de las BBDD solo pudo acertar a proporcionarle herramientas para aprovechar mucho mejor los recursos disponibles.
Y, por último, a Dorita le dijo que no podía hacer nada por sus problemas informáticos, ya que, con la mierda de presupuesto del centro catalogador, la red va a pedales aquí y en la Cochinchina, y que si aquello no le gustaba, lo mejor que podría hacer era mover el currículum vítae y largarse con otra subcontrata que pagase algo mejor; de lo contrario, ajo y agua, el Fichero de Autoridades es lo que hay, y si no le mola, pues no le quedaba otra que aprender a utilizarlo, como, por otro lado, debería haber hecho desde el día en que se incorporó al trabajo. 
Llegados a ese punto, Totó, el becario, que había intimado con ella y tenía vocación de pagafantas, se ofreció a hacer algo noble por ella: hacerle él todas las búsquedas que ella necesitase, instalarle otra base de datos más eficiente, e ir al Fichero de Autoridades cuando a ella no le viniese especialmente bien. En suma, hacer más llevadero su trabajo. Total, le pagaban una mierda por trabajar a jornada completa, así que le daba más o menos lo mismo hacer dos trabajos a jornada completa con una paga de becario, si con ello se aseguraba que iba a estar todo el día cerca de la chica que le gustaba.
El Mago de las BBDD suspiró, arqueó la ceja y se contuvo de decirle nada a Totó. Solo acertó a decirles que los zapatitos rojos, aparte de ser silenciosos y facilitar unas patadas voladoras de órdago, tenían una característica más: permitían salir de aquel país de ensueño, y llegar al auténtico centro catalogador en que trabajaban Dorita y Totó.
De este modo, y después de haberse despedido del Cenutriousuario, la Apuntófaga y el Director de Departamento, Totó y Dorita partieron de vuelta a su centro catalogador. Los recibieron a gritos, como siempre. 
Un cenu que se parecía mucho al Cenutriousuario sin cerebro la perseguía para que le buscase datos sobre El coño de la Bernarda, de un tal García Loca, o algo así.
Una apuntófaga absolutamente hostiable no dejaba de darle la vara para que le avisase si llegaba algún libro relacionado con su área de investigación.
Y el director del departamento de al lado seguía dándole largas cuando ella le preguntaba si había recibido el currículum que le había enviado varios meses atrás.
La cosa fue a más cuando tuvo que reiniciar tres veces seguidas su ordenador, ya que un fallo de sistema la echaba de la sesión y, para colmo, le colaba un troyano que no sabía de dónde podía salir, porque llevaban casi todo el día sin conexión de internet.
No obstante, Dorita estaba contenta, porque Totó se ofreció a arreglarle y limpiarle el ordenador cada una de esas tres veces, de modo que ella aprovechó para echar el día en la cafetería, pelando la pava con un facultativo que trabajaba en el Depósito General y que estaba de toma pan y moja.
--Aaaaaaay --suspiró Dorita, mientras se aprovechaba de sus nuevos y silenciosos zapatitos rojos para acercarse a traición a su bibliotecarius macizorrus y comprobar, a hurtadillas, que él la estaba buscando en Facebook--, realmente no hay ningún lugar como Adquisiciones.

(Marcapáginas encontrado en esta página. Gracias a Super Furry Librarian, por sugerir el título de esta entrada.)

 

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