El finde pasado empezaste un libro. Sí, ya, un ser humano normal se hubiese ido de farra (o como se llama eso), a quemar los euros, destrozarse el hígado, los tímpanos y lo que haga falta. Pero tú, tú empezaste ese libro. Eres bibliotecario y las posibilidades de lectura se abren ante ti como a un compositor delante de un pentagrama en blanco.
La cara de zombie yonki te delata. Tranquilo, puedes dejarlo cuando quieras.

En concreto, lo dejarás en la última página. Y entonces te dolerá el alma.
(Gracias a Violeta por la imagen)