Bibliotecarius ex machina

La vida de un bibliotecario es sumamente dura. Entre la hora del café matutino, el almuerzo, el té de las once, el vermut, la comida y la merienda, nos falta tiempo, un bien escaso en nuestro agitado mundo. Tiempo además esencial que necesitamos para arreglarnos el moño y el escote, practicar la patada voladora en el culo de los usuarios y mejorar el arqueo de cejas compulsivo acompañado de miradas asesinas. Eso requiere mucha paciencia y horas de aprendizaje. Así, comprenderéis que un bibliotecario no pueda permitirse el lujo de perder el tiempo, minutos esenciales que puede invertir en hacerse la manicura. A mayor escala, planificar la dominación mundial también lleva su tiempo, para qué negar lo evidente. Así que manos a la obra, o mejor dicho, a no obrar. Cuando uno tiene una mente tan brillante como la nuestra, con un músculo tan desarrollado como nuestro cerebro, resulta muy sencillo encontrar la manera adecuada de no tener que sudar la gota gorda. Eso lo dejamos para el común de los mortales.





El siguiente paso es crear la máquina catalogadora. Seríamos tan felices...


[Gracias a Luis por pasarme el enlace]

 

Twitter

About