Con nocturnidad y alevosía escribo este artículo por diversos motivos, el principal es expresar mi queja hacia una de nuestros contertulios
Desde siempre se ha considerado al bibliotecario como aquel friki amante de los libros y la soledad por partes iguales. Personaje bonachón e introvertido, siempre supeditado a los designios de los demás, en estos tiempos que corren generalmente mujeres.
Últimamente este rol ha cambiado un poquitín, además de leer, bebemos vino, llevamos boina y vamos en bici (cesta en la parte delantera, por supuesto) y nuestra vida es de total despreocupación, cual Hippy puesto de trippys hasta las cejas. Además hacemos uso de las nuevas tecnologías como el que más y seguimos poniendo numeritos a todo lo que se nos pone entre ceja y ceja, 2.0 3.0...
Lo que nunca había pensado posible es que se me considerase un asesino en serie. No es que me preocupe que mis compareñas de profesión me hayan puesto de repente en la lista de no admitidos del messenger, ni que se me haya prohibido utilizar las tijeras y la cinta adhesiva que va sobre el tejuelo (¿tendrán miedo de que momifique a alguien?), lo que me jode es que se piensen que soy un puto genio y me manden a catalogar todo lo que entre en la biblioteca. ¡¡Eso sí, como ahora soy malo ligo un montón!! (nótese el tono irónico de esta última afirmación)
Estimado compañero, la próxima vez que se me compare con alguien que sea con el hermano Malaquías, que de bonachón era tonto, que mis añitos me ha costado ganarme la fama de friki como para que ahora me desmonten el chiringuito.
El que quiera referentes masculinos que le pida el teléfono de Darek a Ana Obregón, que los bibliotecarios -al menos esa es la versión oficial- somos como el mármol, no disfrutamos de otro placer que no sea la lectura y una buena comilona (si fuera fan del cine americano me habría definido como el témpano)
Aviso para navegantes: Si es la primera vez que visitas este blog no te asustes, no nos llevamos mal, simplemente somos un poco cabrones.