Evolución. Una sencilla palabra para indicarnos que nada es estático, que todo cambia y que nada permanece como antaño. También indica cierto proceso, quizá industrial, puede que de aprendizaje. Externo o interno; a la larga, da igual. Cómo evoluciona la celulosa para convertirse en papel. Cómo se unen bits para formar Google. O cómo cambia el bibliotecario, y por ende la profesión de bibliotecario. Uno sale de la facultad lleno de esperanzas, con ganas de cambiar el mundo, de aportar tu granito de arena, pero reaccionas a tiempo y te das cuenta de que eres un simple engranaje, un puente entre la celulosa, los bits y el usuario. Pero, ¿quién te habla de los usuarios en la carrera? ¿Por qué hay una asignatura de Tecnologías de la Información, pero no la hay de Arqueo de Cejas a Usuarios? ¿No deberían tener mayor carga lectiva? ¿Eh, eh? Uno se esmera en cuidar su sonrisa, en intentar ser amable y en pretender adelantarse a lo que le van a pedir, sabiendo que con el tiempo esa imagen se desvanecerá y prevalecerá lo importante: cuidarse su moño, hacerse una buena manicura y mantener unas impolutas gafas. Mientras, se encuentra con que los usuarios apenas cambian, ajenos a nuestros desvelos. Igual de tocapelotas, de indecisos y de filodominatrix. Las personas cambian, la profesión evoluciona, pero nos queda un pequeño paso para llegar al último escalón...que digo yo que mejor nos quedamos en el penúltimo. ¡¡¡A callar, o aquí van a haber hondonadas de patadas giratorias!!!
