Una de las grandes incertidumbres que corroe a la humanidad, sólo superada por descubrir la panacea de todos los males, es saber qué regalar a una bibliotecaria.
Una persona normal tiene aficiones, inquietudes, filias y fobias, pero una bibliotecaria, no. Es una persona plana, que no produce empatía, que está ahí para decorar el ambiente, que te mira mal si la hablas y si le pides algo sólo señala al vacío.
En circunstancias normales nadie querría regalar nada a ese ser, pero de vez en cuando surge la necesidad, bien porque es la vecina del ático o porque ha tocado en el amigo invisible. Lo lógico sería regalarle un libro. No importa el tipo de libro, ni siquiera interesa de qué va, sólo que sea un buen tocho y tenga una bonita encuadernación de tapa dura, ideales para aplastar insectos. Sin embargo, existen otras posibilidades. Si ocurriera el hipotético caso de que la bibliotecaria nos cayera bien y la considerásemos digna de aprecio, podríamos regalarle una joya.
Aunemos lo lógico con lo hipotético y obtenemos el siguiente resultado: unos pendientes y un colgante en forma de libro, diseñado especialmente para bibliotecarias.
Cuando lo ví pensé que era un farolillo...cuán equivocada...