Del Book Crossing al Book Manguing

Cuando una persona se estrena en una nueva actividad, su optimismo desborda por los cuatro costados y derrocha alegría. Conforme pasa el tiempo y las ideas preconcebidas se van al garete, el entusiasmo deja paso al escepticismo y luego a la mala leche. Sin ir más lejos, los bibliotecarios somos un gran ejemplo de ello, y éste blog en sí mismo no es más que una consecuencia del choque entre ingenuidad del novato y la cruda realidad. Pero no todo el mundo tiene nuestra experiencia. Metro de Barcelona, por ejemplo, no la tiene, y a algún iluminado de la empresa se le ocurrió hacer un Book Crossing en sus instalaciones: ellos llenaban unas estanterías y el usuario cogía uno y dejaba otro. Sin embargo, se olvidaron de un pequeño detalle: esto es España. Spain is different! En resumidas cuentas: dos días después de iniciar la actividad, no queda casi ningún libro en la estantería. Y están enfadados, por supuesto. Indignados. Apelan al civismo del usuario: "[los usuarios tienen que] ser conscientes de que se han puesto las herramientas a los ciudadanos para que puedan intercambiar libros y su buen uso depende de ellos". Pero vamos, que no se andan con chiquitas, y al final el encargado de poner orden no será el bibliotecario, sino su alter ego: "los vigilantes del metro controlen este intercambio (...)".


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