Que hay gente pa tó, eso está fuera de toda duda. Que hay gente que tiene muy bajo el umbral del escándalo, también. Y que hay mucho iluminado que incurre en los dos asertos anteriores, pues no digamos. El problema viene cuando la gente que se escandaliza por cualquier cosa es una iluminada y cree que merece la pena entablar cruzadas por asuntos que, cuando se analizan fríamente, carecen de importancia.
Luego hay otro asunto, claro está: los grupos de presión ultraconservadores (lindo eufemismo de 'reaccionarios') están que se salen de un tiempo a esta parte, ya sea aquí o, sobre todo, en Estados Unidos. Campan a sus anchas y, si no se los ata muy en corto, suelen salirse con la suya. De hecho, fatalista como soy, creo que solo es cuestión de tiempo, y que en veinte años el debate estará fuera de lugar, porque se habrán salido con la suya. Claro que igual me equivoco... y son solo quince años.
Pero a lo que iba. La ALA (Asociación Estadounidense de Bibliotecas) sigue siendo una islita de sensatez en el proceloso mar de la estulticia cultural, y todos los años publica el consabido informe sobre los títulos que más peticiones de prohibición han recibido en Estados Unidos durante el año anterior. Pasada la fiebre de Harry Potter (ya saben, exaltaba la brujería y el ateísmo; como el "Aserejé", sin ir más lejos: parafraseando a Santiago Segura en El día de la bestia, "satánica y de Capuchinos"), y convencidos como estamos de que el próximo objetivo va a ser la teleserie Juego de tronos (imagínense: enanos yéndose de putas, hermanos rubitos cometiendo incesto como si fueran canarios en celo, o adolescentes desfloradas por bizarros highlanders que les sacan medio metro... de altura, se entiende), los usuarios más exaltados apuntan a todo lo que se mueve... y, si es mediático, mejor, porque, a fin de cuentas, ¿quién querría prohibir un libro autoeditado que solo haya vendido cinco ejemplares, cuatro de ellos devueltos por la distribuidora, y el otro, comprado por error? Pues eso.
Total, que, después de que los censores estadounidenses (y de otros sitios) se cebaran con Bob Esponja y los teletubbies, pasemos a ver cuáles son los demonios familiares de la temporada 2010-2011.
En primer lugar, los dos pingüinos homosexuales de Tres con tango, de Peter Parnell y Justin Richardson, por atreverse a adoptar un pingüinito. Vamos, el mayor escándalo de zoofilia desde lo del perro de Ricky Martin.
En segundo lugar, The Absolutely True Diary of a Part-Time Indian, de Sherman Alexie, en la que se puede leer cómo un adolescente medio indio se la pela como un adolescente de cualquier etnia. ¡Horror! Rápido, quememos todos los ejemplares disponibles de El diario secreto de Adrian Mole... Ah, no, que el bueno de Adrian solo se la medía.
Cierra la zona de podio un valor seguro: Un mundo feliz, de Aldous Huxley, que sigue escandalizando ochenta y cinco años después de su publicación. ¿Levanta ampollas la implacable descripción que hizo Huxley de un mundo cada vez más parecido al nuestro, una dictadura de facto con seres superiores e inferiores, manipulación genética y cruel determinismo? ¡No! ¡Es que salen dos niños de seis años follando a pelo! Bueno, lo de 'a pelo' es un decir, porque a esas edades, pelo, pelo, lo que se dice pelo...
A continuación figuran algunas novelas juveniles, como Los Juegos del Hambre, de Suzanne Collins, o la serie Crepúsculo, de Stephenie Meyer, pero, curiosamente, nada de Chuck Palahniuk, Charles Bukowski, Brett Easton Ellis o Dennis Cooper. Supongo que una cosa es escandalizarse, y otra, que te dé un infarto, directamente. Censores pero no tontos.
Parece que El amante de lady Chatterley ya solo escandaliza a los británicos, que son más leídos, y que Lolita está pasando desapercibida porque ya saben ustedes de la querencia de la caverna mediática española por las adolescentes voluptuosas, así que suponemos que el fenómeno es perfectamente extrapolable a Estados Unidos y, en vez de pedir la prohibición de libros así, se utilizan como fuente de inspiración para soltar la mayor burrada posible en las columnas de opinión. Al fin y al cabo, en este caso está clarísimo que la culpa es de las madres, que las visten... Nada, no sigo, que me pierdo.
Más en serio. Es comprensible que los padres se preocupen por lo que leen sus hijos, y que algunas lecturas les parezcan inapropiadas, y por ello reclamen un mayor control en los canales más próximos a ellos, como las bibliotecas; pero de ahí a prohibir libros inocuos... La línea que separa el celo del extremismo es muy, muy delgada. Pero es que hablamos de la misma gente que consiguió censurar una aparición de Katy Perry en Barrio Sésamo. Claro, se empieza viendo estas cosas y se acaba pensando. Y Dios no lo quiera.
Pueden leer la noticia y el Top 10 de libros prohibibles siguiendo este enlace.