#asesinatofesabid

La premisa es la de cualquier novela de Agatha Christie a lo Diez cenutriousuarios, Gaston Leroux en plan El misterio de la sala de lectura amarilla, o Isaac Asimov a la manera de Asesinato en Fesabid. Se celebra un congreso de nuestra temática favorita. En una de las mesas redondas participan una bibliotecaria, una archivera, una documentalista, un experto en gestión de la información y un pope del 2.0. El salón de actos queda a oscuras, se oyen unos cuantos gritos, varios sonidos contradictorios y, cuando vuelve la luz, el pope del 2.0 yace despatarrado en el suelo, inmóvil y, a juzgar por su aspecto, bastante muerto. Da la casualidad de que uno de los espectadores de la mesa redonda, estudiante de biblioteconomía y documentación, también tiene estudios de criminología, llegó al último examen de unas oposiciones a la Policía Nacional, y asistió con aprovechamiento a un club de lectura de novela policíaca que organizaba su biblioteca municipal, por lo que se considera cualificado para resolver el asesinato en tanto en cuanto llegan las fuerzas del orden para detener al o a la culpable.
--Hay motivos para suponer que la asesina pudo haber sido la bibliotecaria --comienza--. En primer lugar, el libro marrón de economía que la víctima tiene incrustado en el cráneo. En segundo lugar, la ceja alzada que pueden ver ustedes aquí encima --y señala una pintura hecha con aerosol, justo sobre la pantalla, sobre la que se proyecta el nombre y foto de los ponentes. La ceja de aerosol rojo viene a tapar el rostro y nombre del pope del 2.0, tal vez a modo de macabra casualidad--. Sin embargo, no parece haber habido oportunidad, ya que, en el momento en que se apagaron las luces, la bibliotecaria estaba limándose las uñas, durante el tiempo en que las luces estuvieron apagadas no dejó de oírse el fru-fru de la lima, cuando se encendieron seguía limándoselas, y alrededor del cadáver no hay ningún resto de lima ni del polvillo que producen las uñas al limarse. Así pues, descartaremos a la bibliotecaria como posible sospechosa.
La aludida arquea ambas cejas de manera enigmática, susurra algo parecido a "Ganas de hacerla a una perder el tiempo, por Dewey", y continúa limándose las uñas. 
--Veamos ahora la archivera --prosigue el improvisado detective--. La nota que la víctima tiene incrustada en la boca, enrollada y lacrada, parece delatar la responsabilidad de un archivero, y les diré por qué. En primer lugar, el tipo de letra empleado, carolingio un poco picudo, es difícil de imitar, y da la casualidad de que tocó en las últimas oposiciones en las que nuestra archivera de marras participó como miembro del tribunal. --Suena un "¡Oh!" contenido en la sala--. Pero eso no es todo: en segundo lugar, el tipo de tinta empleada en la elaboración de la nota coincide con el que mancha las uñas de la archivera. 
Suena un nuevo "¡Ooh!" entre el público.
--Es tinta indeleble --se defiende la archivera, dejando un manchón de tinta en la montura de las gafas, que estaba tratando de colocarse bien. 
El detective le saca una foto a traición, puesto que la mancha de tinta muestra con nitidez las huellas digitales de la archivera, y las envía a la policía. Menos de un minuto después le llega un sms con la respuesta:
--La identificación ha sido negativa. No sabemos a quién corresponden las huellas encontradas en la nota, pero estamos seguros de que no pertenecen a la archivera.
Atruena un "¡Ooooh!", esta vez de decepción.
La documentalista mira al detective con ojitos de animalico indefenso. Espera con ansias el veredicto del detective, que no tarda en llegar.
--En cuanto a esta documentalista, podría haber sido la asesina, puesto que hemos accedido a su ordenador, y en los últimos días ha indizado documentos cuyas materias son altamente incriminatorias: "muertes violentas -- bibliotecas", "mutilaciones -- dedos", "tesauros especializados -- armas punzantes"...
--¡Forma parte de mi trabajo! --se defiende la documentalista--. ¡Trabajo en el departamento de documentación de un instituto de medicina forense, y mi ponencia de esta tarde versará sobre  "La nueva 'brecha digital'. Usabilidad de heridas por arma blanca en el entorno de la nueva biblioteca 2.0: ¿por qué extremo hay que coger el abrecartas? Algunos ejemplos sangrantes". ¡He consagrado todo el año a prepararme esa ponencia! --Y le tiende al detective sus apuntes, en los que aparecen datos y fechas que la exculpan por completo.
--Cierto, cierto --conviene el detective--. Pues entonces solo nos queda un posible sospechoso: ¡este! --y su dedo acusador se posa en el experto en gestión de la información. El "¡Ooooooh!" del público es ensordecedor--. ¡Y ahora les diré por qué!
--Es lógico: era el que estaba más cerca de la víctima --aventura la archivera--. Y tengo un legajo en mi archivo que demuestra que su abuelo criaba pastores belgas, lo cual fue motivo de agrias discusiones entre la víctima y él, sobre todo en listas de correos especializadas...
--¡Tonterías! --le corta la bibliotecaria, que sigue limándose las uñas--. Tiene que haber sido él, pero por otro motivo bien diferente: un bibliotecario de verdad jamás cogería un libro marrón de economía por los lomos, ya que se podría romper, y encima habría que volver a tejuelarlo. Esto solo demuestra una cosa: el asesino no ha trabajado nunca con libros en formato físico, ergo solo puede ser un teórico de la materia...
--... y la desiderata anónima del libro marrón de economía que se utilizó para perpetrar el crimen no enlaza con la ficha del catálogo de la Biblioteca Nacional, sino con la del ejemplar que vende Kindle --tercia la documentalista.
--¡Esto no demuestra nada! --se defiende el experto en gestión de la información--. ¡Todo lo que dicen es perfectamente aplicable al pope del 2.0! ¡Él mismo podría haber sacado ese libro en préstamo, lo cual me exculparía! --concluye, triunfante.
En ese momento irrumpe la policía en el salón de actos.
--Queda usted detenido por el asesinato de... --comienza uno de los policías.
--Pero... ¡no tienen ustedes pruebas! ¡Todo lo que hemos dicho aquí me exculpa!
--Eso no es cierto. He montado todo este numerito del detective para ir haciendo tiempo mientras llegaba la policía, para tener entretenido y confiado al asesino, y evitar que huyese. Me da igual que las pruebas sean contradictorias. La culpabilidad del experto en gestión de la información está fuera de toda duda, y siempre lo ha estado. El asesino es él, créanme.
--¿Y lo sabe usted por...? --pregunta el acusado.
El detective y el experto en gestión de la información entablan un duelo de miradas que se prolonga mucho tiempo. El público contiene la respiración. La bibliotecaria sigue limándose las uñas.
--Les diré por qué lo sé.
El detective mantiene la tensión durante casi un minuto. No se oye ni el zumbido de una mosca. Hasta la bibliotecaria presta atención.
--Elemental: el asesino creó un evento "Me voy a cargar al pope del 2.0" en Facebook, fue el único que confirmó asistencia, y además tuiteó el crimen con la etiqueta #asesinatofesabid. Asunto resuelto.

 

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