Al final, lo hice. Decían que no me atrevería pero se equivocaron. Oigan, es que estaba cansada. Todo el día aguantándolos, ahí con su juerga. Eran unos insoportables. Mis cenus, digo. Lo eran. Ahora ya no, claro. Después de despellejarlos para usar su piel como encuadernación raramente sobrevivían. La pega es que alguien me ha descubierto.
Ahora, como ya saben de lo que soy capaz, no me ando con rodeos. Ahí tengo mi estantería del arrepentimiento, abarratada de libros "re-encuadernados" con piel, sembrando el terror a todo el que entra.
(Gracias a Ele por el enlace y la idea)