Tacita, tacita mágica...dime quién es la bibliotecaria más bonita

Todos necesitamos que nos mimen y que nos canten nuestras bondades y excelencias. Cuando somos pequeños, dicha función la cumple nuestra mamá, para quien somos los más guapos, los más inteligentes, los más mejores en todo. Con el tiempo la figura materna se desvirtúa y pasa a ser la que nos recuerda que nos tenemos que cuidar, que abrigar, que alimentar bien, que ahorrar, que... Así pues, buscamos esa facción de mimos en algún otro sitio, a veces en nuestra pareja o en nuestro mejor amigo, pero otras en objetos de lo más variopinto. Fijaos en la madrastra de la Bella Durmiente, que buscaba aprobación y adulación en un espejo. Los bibliotecarios, en cambio, con nuestras costumbres y nuestra rutina, buscamos suplir esas carencias afectivas en objetos más comunes y cotidianos, más cercanos a nuestros apetitos...





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