Servidora, que es (a ratos) de naturaleza sensible , se emociona ante esta noticia aparecida en El Periódico: Un grupo de estudiantes de la UPF se encierran en la biblioteca por su necesidad de estudiar. Dios mío ¿un ataque de necesidad de conocimiento? ¿Reclamaran más presupuesto para renovar el fondo? ¿Quizás unas instalaciones mejor acondicionadas para que los bibliotecarios puedan ejercer su trabajo dignamente?
Pero claro…empiezas a profundizar en la noticia y se te empieza a erizar el vello de la nuca…Y bueno….cuando te percatas de la foto que acompaña a la noticia...
A ver...¡que esto no es serio!
(...donde habré metido mi lanzallamas...)
Y como dice Juanma Santiago, frikitecari cuasi consorte...
Sin entrar a debatir cuestiones de fondo (cada uno cuenta el Plan Bolonia según le va, y lo cierto es que dificulta enoooormemente conciliar la vida laboral con la académica), lo que me llama la atención es este razonamiento:
También han asegurado que todos los jóvenes que están llevando a cabo esta acción están matriculados en la UPF, y que este acto "es una actuación legítima dentro del marco de las libertades colectivas que se deberían dar a una sociedad democrática y de derecho".
Lo que me lleva a plantear lo siguiente. Cuando un colectivo determinado se plantea realizar una huelga a la japonesa, lo hace en el marco de su sector laboral: los farmacéuticos, abriendo veinticuatro horas al día las farmacias; los operarios de una planta fabril, en su fábrica, etc. Es decir, puedo entender que los bibliotecarios de la UPF decidieran ir a la huelga, por el motivo que sea, y abriesen durante veinticuatro horas como medio de protesta. Lo que no sé si es de recibo (y aquí planteo el asunto en abierto, por si hubiera algún bibliotecario de la UPF presente) es si un colectivo ajeno a la profesión bibliotecaria tiene derecho a ocupar durante veinticuatro horas una biblioteca, con el consiguiente perjuicio para sus trabajadores.
No sé si me explico: me da la impresión de que alguien ha decidido protestar (me parece bien), parapetándose tras la legitimidad de sus actuaciones, y le está haciendo pagar el pato a todo un sector, el de los bibliotecarios universitarios, que, a juzgar por los testimonios de amigos y colegas que trabajan en otros centros, ya es de por sí uno de los más complicados e ingratos que hay en la profesión.
Es decir: de alguna manera, la protesta estudiantil (insisto, legítima) no se plantea una huelga a la japonesa en términos de "vamos a ocupar las aulas donde damos las clases, que es a lo que venimos a la universidad". Entiendo que no se encierren en la cafetería de la UPF, porque restaría..., digamos..., credibilidad a su protesta, pero, tal como lo veo desde fuera, me parece que encerrarse en la biblioteca es crear un problema añadido.