Llega un momento en la vida de todo bibliotecario que es inevitable: el de reclamar los libros no devueltos. Es el momento en que usuario y bibliotecario se cruzarán inexorablemente en lo que será a partir de entonces una relación de odio infinito. Existe una gran variedad de maneras de reclamar: desde la dulce y angelical, que suele ser la primera, hasta la repleta de bilis y mala leche, que suele ser la previa a tomar medidas drásticas y definitivas. En el fondo, disfrutamos con ello, porque nos proporciona múltiples ocasiones de poner en práctica nuestra capacidad de amedrentar y atemorizar a nuestros queridos usuarios, llamados también víctimas. Podríamos clavarles las agujas del moño, pero corremos el riesto de manchar la alfombra de sangre, con lo difícil que es de quitar. Asfixilarlos con la falda mongil es también harto complicado...Recordad, ante todo, sutileza; si hacemos uso de la seguridad que nos ofrece la famiglia, mejor...Y sobre todo, sobre todo, no dejéis rastro que os inculpe.