Libros. Esa palabra, ligada íntimamente a la vida del bibliotecario, se cuela en nuestra vida social inexorablemente. En el hipotético caso de que un bibliotecario tenga vida social más allá del arqueo de cejas, cada vez que sea presentado a alguien, se verá sometido a una serie de preguntas. Por supuesto, las mismas: el ser humano, en general, no se caracteriza por su agilidad mental. Una de las preguntas más alegres y dicharacheras es la de cuál es la mejor manera de ordenar los libros en casa. Como la respuesta obvia y natural, por tamaño y color, llega un momento que resulta cansina por repetitiva, sin duda hay que ofrecer otras respuestas. Todo sea por ver la cara que nos pone el interlocutor.
Según el estado del libro: polvorientos, ajados, roídos, manchados...