Una de las etapas doradas de nuestra vida corresponde a la época universitaria. Poco estudio y muchas risas eran el centro de nuestro quehacer. No obstante, cada semestre aparecía la temida semana de exámenes y había que ponerse a estudiar, estudiar, estudiar...sin apenas tiempo para una cabezadita. Bajo la estricta vigilancia familiar, era difícil escaquearse. Uno de los métodos infalibles para poder dormir un poco y no resentirse nuestra conciencia consistía en dormirse, literalmente, encima de los libros. Los inconvenientes eran obvios: a veces se nos pegaba la tinta, se nos marcaban las hojas en nuestra cara o era difícil conciliar el sueño debido la dureza de las tapas. Un nuevo invento les ha puesto fin: el Pillow Book.
¿Qué madre iba a ser tan cruel de despertar a su niño, que se ha dormido encima de los libros de puro cansancio?
Otros usos son el dormir tranquilamente en la biblioteca (si no se ronca) o el poder echar una siestecita en el tren, sin la vergüenza de tener que llevar una de esas almohadas de viaje tan feas.
[Vía Geekteca]