Aún tengo frescos mis primeros recuerdos de bibliotecas escolares. Concretamente, recuerdo las de mi escuela de primaria y la de mi instituto. Por aquel entonces, el concepto de "biblioteca" en el colegio significaba un lugar extraño lleno de libros custodiado por un profe que estaba prejubilado (cuando había profe). En aquellos tiempos, la sola idea de poner un ordenador en la biblioteca era parecida a la de poner un gato cubierto de lonchas de bacon en una jaula con perros hambrientos.
Es conocido que de todos los cenutriousuarios, los niños son los peores: obedecen menos a las reglas, son pequeños y se escurren con facilidad, y en manada suelen ser peor que las hienas. Los bibliotecarios escolares deberían estar más bien entrenados para propinar a esas bestias pardas un buen juego de "patadagiratoria-capón-amenazaverbal" al grito de "Te quieres estar quieto, copón yaaaaa!". Y obviamente, esto no está pagado con dinero.
El otro día La Vanguardia se hacía eco de esta noticia: Crean la primera biblioteca escolar digital en la red con 1500 enlaces. Una biblioteca que, según sus mismos creadores (la Fundación Germán Sánchez Ruipérez) pretende ser una puerta de entrada a contenidos de calidad para educadores y alumnos accesible. Una biblioteca... sin paredes, ni mesas, ni sillas ni lo que es peor: ni bibliotecario para cuidarla. ¿Pero esto qué eeeeeeees? Ni tan siquiera hay una clasificación de los recursos por CDU.
Las cosas, por su nombre. A cada biblioteca, un bibliotecario. Si es digital, que sea una especie de usuario "root" con privilegios para hacer ataques de DoS a los usuarios rebeldes. Si es presencial, y tratándose de niños, con un buen arsenal de cuerdas y duct-tape (usen la imaginación, queridos lectores). Pero lo que anuncian ahí no es una biblioteca: es una página de enlaces bastante bien diseñada (tiene algún problema de codificación pero bueno, se lo perdonamos), pero no una biblioteca.
San Ranganathan Bendito, ¿cuándo aprenderán?