Un bibliotecario vive inmerso en libros. Trabaja con ellos, respira con ellos e incluso sueña con ellos. Libros y más libros conforman su universo, en el trabajo y en su escasa vida social. Busca información en ellos, los coge, los presta, los recoloca, los cataloga, los indiza y los expurga. También vive rodeado de usuarios, infectos la mayoría. A veces, las menos, mientras planea torturas para sus queridos usuarios, piensa en qué será de ellos una vez la dominación frikitecaria se haya llevado a cabo. ¿Irán al Infierno, redenominado para ellos Expurgosuaril? Sin lugar a dudas, sí. En cambio, los bibliotecarios...ahhh, ellos. Benditos son. Ellos irán al cielo, donde pasarán sus días plácidamente tomando dátiles y leche entre huríes y bibliotecarius macizorrus, sin más preocupación que la de escoger entre ir a la nube de la derecha o saltar a la de la izquierda. Sin embargo, en el hipotético caso de que hubiera algún bibliotecario que tuviera que ir derechito al infierno (pienso, por ejemplo, en la Sra. Laura Bush), Frikitecaris ha realizado las oportunas gestiones para garantizar que allí, como mínimo, se sentirán como en casa.
O sea, con los libros bien desparramados. De nada.
[Gracias a Manu y a Pau por pasarme la viñeta]
Nota: Les recordamos que aún está abierta nuestra votación para el concurso de microrrelatos. Si aún no han votado lean atentamente las instrucciones y emitan allí su voto.