Quien más quien menos, todos intentamos motivarnos cada día para levantarnos. En el aspecto personal, puede que el motivo sea esa persona que aprieta dulcemente tu mano mientras duermes y vigila tus sueños. O los amiguetes, esos dulces donettes de carne y hueso. En el aspecto laboral, las motivaciones suelen ser más variables, aunque se podría hacer un perfil según la profesión. Obviamente, los bibliotecarios no somos una excepción; un bibliotecario no será nunca per se ni rico ni famoso, así que tenemos que buscar las causas de su elección en otra parte. La mayoría de las veces lo mueve el pensar que con su trabajo la sociedad tiene un acceso mayor y más eficiente a la información y, por ende, que la sociedad es mejor y con herramientas para instruirse independientemente. Pero, claro, por el camino nos olvidamos de un dato esencial: que estamos hablando de esta sociedad, la nuestra, la occidental, la consumista, mercantilista y ombliguista. Ella crea una demanda informativa y nosotros debemos suplirla, sin juzgarla, ya que a fin de cuentas somos sencillamente una herramienta ligada a un lugar y a un momento específico.
Aunque ello implique a veces aparcar las motivaciones, propias más bien de una utopía.
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Bibliotecas, ¿para qué?
IOSU DE LA TORRE
El Periódico, 06-03-07
iCult detectó el sábado que las bibliotecas de Barcelona tienen colas de hasta un año para leer La catedral del mar. Con la novela de Ildefonso Falcones competían otros best sellers como los escritos por Carlos Ruiz Zafón, Dan Brown, Albert Piñol y Elisabeth Kostova. Nuestra idea era averiguar qué servicio se presta desde estos paraninfos de la cultura a quienes no cuentan con un presupuesto. Descubrir cuáles son los hábitos de las personas que disfrutan con la lectura y no tienen 20 euros para comprarse un libraco.
Las conclusiones son diversas.
A) Un gestor cultural se escandalizó al repasar la lista. "Está llena de best sellers. ¿Para esto han servido los cientos de millones que se han invertido en la red de bibliotecas de Barcelona? ¿Para leer a Dan Brown? Apaga y vámonos". Menos mal que no reparó en el consumo de vídeos, discos compactos y guías de viaje. ¿Para qué sirven las bibliotecas?
B) Una madre pragmática me advierte de que no merece la pena escandalizarse. Las bibliotecas solo son el espejo de la sociedad que consume. Si el márketing y la publicidad dirigen modas y estilos entre los que se gastan la pasta en cultura, por qué no van a tener idéntico efecto sobre los sin presupuesto (mileuristas, amas de casa, estudiantes y jubilados).
C) La diferencia está en el tiempo de espera, tercia un amigo que presume de no haber leído nunca un libro (si acaso el código de circulación) y de bajarse de internet todas las películas que todavía no se han estrenado por aquí. ¿Un año para leer a Falcones? Ya son ganas.
D) La opinión de una romántica pragmática, preocupada por la levedad del ser ante el cambio climático: la riqueza de las bibliotecas no está en si prestan o no muchos best sellers, sino en su capacidad de adaptarse al entorno. La de Nou Barris está especializada en el mundo del circo; la del Vapor Vell, en músicas urbanas; la de Montbau, en novela negra; la de la Barceloneta, en libros del mar y gastronomía costera; y la de Sant Pau (en el Raval), en libros en urdu y cine de Bollywood.
E) La del ladrón de libros: "Y a mí qué me importa".
Qué tiempos aquellos de estudiante en que ocupábamos pupitre en la sala de lectura y salíamos a tontear a la calle.