La piel es el lienzo donde se graba a fuego nuestra vida, nuestro carácter y nuestras aficiones. Una persona sumida en las preocupaciones tendrá oscuras ojeras, y una con sempiterna sonrisa tendrá marcadas líneas de expresión. Podemos detectar un pianista por la piel de sus manos, finas y delicadas; y a un agricultor por las suyas, toscas y rugosas. Más allá de las marcas inherentes están las artísticas, materializadas a través de piercings, tatuajes y otras modificaciones corporales. Estas 'marcas' lo son por elección y por tanto indican cómo queremos que nos vean los demás.
A un bibliotecario lo reconoceréis por unos bíceps bien marcados y cervicales ligeramente desgastadas por levantar el cuello del mostrador; y como muestra de su voluntad de pertenencia al grupo, un adorno en su lienzo carnal: una CDU, la foto de Dewey...
