Es una evidencia el que los bibliotecarios vivimos rodeados de material bibliotóxico: la tinta de los libros, la lejía del papel de los libros o la cola de las cubiertas de los libros son sólo unos cuantos ejemplos. Así, no es de extrañar que los bibliotecarios nos imaginemos protagonistas de un mundo alternativo, fruto de los vapores tóxicos, con el único objetivo de escaparnos de nuestra monótona realidad. El resultado, no lo negaréis, es digno de admiración. Bueno, quizá no de admiración, pero desde luego imaginación le echamos.
Un ejemplo clásico: la bibliotecaria con guitarra y peluca, en un intento de parecer algo heavy.
He aquí la bibliotecaria atómica, o sea, la hormiga atómica en su alter biblioego.
Y por último la bibliotecaria atómica con la Galactic Google Gal. Qué colores, qué estilo...