Por ejemplo, podemos convertirnos en perro. No en el sentido de perezosos, que eso también y por descontado, sino en un sentido más físico. Más real.




Tiene sus ventajas: podemos gruñir sin cansarnos o poner mirada fiera, aunque el arqueo de cejas es un tanto más complicado. Y acarrear documentos, sin el carritos, es todo un arte.

Otro inconveniente es que con el tiempo y una caña, nos podemos convertir en la mascota de la biblioteca. Triste final...

*Con todos mis respetos a la fauna mundial, por supuesto. Me permitís una pequeña licencia literaria, espero...