El bibliotecario vive en un mundo propio, inmersa su nariz entre páginas de libros, incapaz de ver más allá de las gafas que adornan la punta de dicha nariz. Constituye un espacio pequeño y único. Sin embargo, cuando el bibliotecario sale por la puerta de la biblioteca, algo ocurre en él. Pasea distraído y cabizbajo, malhumorado debido a la ansiedad que le produce estar lejos de la adictiva cola de los libros, sin oportunidad de ahuyentar usuarios ni pedir silencio. En ese instante posa su vista en una tienda y ve que su mundo no es sólo suyo, sino que es compartido por el resto de los humanos. Y se asusta, porque le es arrebatado algo intrínseco a su alma: el mandar callar.
Y por si no fuera poco, han birlado el modelo de bikini que usamos las bibliotecarias y lo han expuesto, como si lo fuéramos a compartir con el resto de mujeres...¡es nuestro!
La calidad de las fotos no es muy buena porque están sacadas con el móvil. Son de una tienda en la Rambla de Girona...