Sin complicaciones

La distinción entre lectores y leedores es compleja y difusa; lo que separa a un lector de Proust de uno de Corín Tellado es una línea muy fina, que la mayoría de las veces se basa en la pereza. Cansados de la rutina diaria, los escasos momentos de ocio no están dedicados a la reflexión ni a la introspección, sino a un momento propio de esparcimiento. Parece que diversión y escape de la realidad no van de la mano con la meditación, cruda realidad con la que las bibliotecas topan a diario. Un año de espera para coger en préstamo, pongamos, La catedral del mar, mientras otros libros permanecen intocados (casi intocables) desde los inicios de nuestra era. ¿Todos los libros tienen lector?

Pensar es malo.


 

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